miércoles, 1 de abril de 2020

Vino nuevo de vida nueva

“Les aseguro que no volveré a beber del producto de la vid, hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios.” Marcos 14,25


El reino viene en camino. Y, cuando sea una realidad, será la hora precisa del vino nuevo. Vino nuevo de ese reino que viene a transformar profunda y radicalmente la vida del mundo, vino de los tiempos mesiánicos que ya han llegado. Vino de cosas nuevas y buenas. “Yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21,5), dice el Señor. Vino de amor y justicia. Vino, sangre derramada por esta humanidad que sufre y aguarda. Vino, sangre derramada sobre esta tierra que clama. Desde que Jesús se hizo sangre de mi sangre, de tu sangre, de todas las sangres, se hace comunión y se hace entrega. Porque lo nuevo del reino se hace presente en todos los vinos y todas las sangres que son derramadas y que se entregan como fuentes de vida indestructible e inagotable.  En todos los corazones angustiados, olvidados, ultrajados, palpita el corazón de Dios renovando el pacto hecho con su pueblo: “Mientras el mundo exista, habrá siembra y cosecha; hará calor y frío, habrá invierno y verano y días con sus noches” (Génesis 8,22).  “Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios” (Jeremías 32,38). Mientras tanto, Señor: Te pedimos que hagas de nuestra sangre una generosa fuente de vida.  Y que en nosotros fluya, realizando hoy la promesa de tu alianza, la sangre y el espíritu de Jesús. Es Él quien nos reviste con la nueva vida dada a beber en su sangre, vino nuevo que nos otorga la esperanza y la gracia. Vino nuevo de vida nueva. 

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