“… vivan de una manera completamente santa, porque Dios, que los llamó, es santo…” 1 Pedro 1,15
Dios viene a nuestro encuentro y nos llama en Jesús, su hijo, el Cristo; quien se cruza en el camino de nuestras vidas una y otra vez. Llamado que implica una invitación. Invitación a vivir ya no bajo los parámetros del mundo sino bajo los del reino, a experimentar la santidad en nuestras vidas de aquel que nos llamó primero. Seguramente, al igual que el joven Jeremías, anidamos muchas dudas en nuestros corazones: Que no estamos preparados, que no sabemos expresarnos correctamente, que tenemos temor ante el desafío que representa la misión encomendada. Pero, llega el momento en que el celo por la palabra del Señor nos consume; que hay un fuego abrasador que surge dentro nuestro que nos quema, un viento impetuoso que nos impulsa hacia delante. Entonces, en ese preciso instante somos definitivamente atraídos por Jesús y le seguimos. Como quien descubre algo fundamental e imprescindible para su vida. Y este paso, el paso que damos hacia Jesús, es el comienzo de una vida nueva; vida de la que aún no tenemos experiencia alguna y cuyos últimos alcances quizás comprenderemos al final del camino. Vida en y para la santidad. Vida que es el paso que se abre a un mundo nuevo, una vida nueva, desconocido aún, pero deseado desde lo más profundo de nuestro corazón. Una vida completamente santa, porque Dios, que nos llamó, es santo. Vida con propósito y sentido, vida que ciertamente vale la pena ser vivida. En estos tiempos tan difíciles que nos tocan transitar ciertamente vivir en y para Cristo hace la diferencia. Dios nos bendiga.
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