jueves, 2 de abril de 2020

Hay un Pedro en mí

“Jesús les dijo: Todos ustedes van a perder su fe en mí. Así lo dicen las Escrituras: ‘Mataré al pastor, y las ovejas se dispersarán.’ Pero cuando yo resucite, los volveré a reunir en Galilea. Pedro le dijo: Aunque todos pierdan su fe, yo no. Jesús le contestó: Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces.” Marcos 14,27-30


¿Cuántas veces hemos incurrido en la misma soberbia del apóstol? ¿Cuántas veces nuestro orgullo nos ha llevado a pensar o a decir: ‘Yo puedo’ o ‘yo tengo más fe’?; y, cuando sobreviene el momento de la prueba sentimos que la situación nos supera. Recuerdo una fábula de Esopo llamada ‘La lámpara y el estudiante’, que dice: “Erase una noche, que se anunciaba tenebrosa, cuando un estudiante se preparaba a realizar sus tareas. Llenaré de aceite mi lámpara y la encenderé para iniciar el trabajo, decía mientras sus manos encendían la lumbre. La lámpara brilló en la oscuridad con clarísima luz y dijo al muchacho: Observa cómo irradia mi luz. Es más resplandeciente que el Sol. En tanto que se vanagloriaba, vino una ráfaga de viento y la luz se apagó al instante. El estudiante volvió a encenderla, y le dijo: Déjate de hablar y dedícate a alumbrarme como antes. Recuerda que el fulgor de las estrellas jamás se apaga.” A veces es bueno pensar en lo frágil y débil que resulta nuestra fe cuando las dificultades sobrevienen a nuestras vidas. Cuando nos sentimos desvalidos es bueno recordar lo que el Señor nos dice: “Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad” (2 Corintios 12,9).

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