“Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerlo a prueba le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? El maestro de la ley contestó: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y, ama a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida.” Lucas 10,25-28
“Todavía no, dijo un niño entretenido en sus juegos. Cuando crezca yo un poco pensaré en las cosas de Dios. Llegó a ser joven muy robusto. Todavía no, dijo el joven. Cuando vea yo prosperar mi negocio tendré más tiempo para asuntos espirituales. El negocio prosperó. Todavía no, dijo el hombre de negocios. Mis hijos me necesitan ahora. Cuando ellos crezcan y estén bien colocados entonces tendré más oportunidad para pensar en eso. Envejeció. Todavía no, siguió diciendo. Pronto voy a retirarme de mis negocios para que tenga yo bastante tiempo para leer y reflexionar. Así murió. Dejó para más tarde lo que debía haber hecho cuando era joven. Vivió sin Dios y a consecuencia de esto murió sin esperanza.” Así es nomás, vivimos pendientes de tantas otras cosas que se nos va la vida sin considerar aquello que es importante. No es que nuestro crecimiento, o nuestro bienestar, o nuestra familia no lo sea. Ocurre que olvidamos aquello que es más importante y en lo cual se funda todo lo demás. Sin Dios posiblemente nada de lo que podamos tener, ser o hacer tendrá real y verdadero sentido.