miércoles, 29 de septiembre de 2021
Apartarse de todo mal
viernes, 24 de septiembre de 2021
Orar, siempre y en todo lugar
“Oren en todo momento.” 1 Tesalonicenses 5,17
Cierta vez, “una antigua maestra de escuela llegó a estar paralítica, y dijo a Dios: ¿Cómo puedo servirte, Señor, en esta condición en que estoy imposibilitada? Y le pareció que Dios le decía: Todavía puedes orar. Entonces ella pensó que esto era su gran comisión. Desde entonces la antigua maestra de escuela se puso a orar de una manera especial: ocupaba las mañanas orando por la obra misionera que se hace en un lado del globo terráqueo; y las tardes, orando por la obra misionera que se hace en el otro lado.” Orar, siempre y en todo lugar. No hay motivo alguno para dejar de hacerlo. Especialmente aquella oración intercesora, aquella que se hace a favor de otra persona o de una situación determinada, que tan bien hace a la obra y al ministerio a favor del Reino. Se cuenta que “una joven madre jamás podrá olvidar que, lo último que vio en el momento en el que un violento terremoto sacudía a Armenia, en Colombia, fue el rostro sorprendido de su hijo de seis años cuando lo empujó para evitar que una pared cayera sobre su cuerpecito. La mujer no salía de su asombro y batallaba, minutos después, con la zozobra de saber qué había ocurrido con el menor. Alrededor una inmensa nube de polvo. A lo lejos, el sonido de las ambulancias y los vehículos de la policía. En cuestión de segundos todo estaba destruido. Años después, su hijo contaría que gracias a que su madre se interpuso a tiempo, estaba vivo. Agradecía esa decisión de la joven progenitora. Ella solo sufrió alguna que otra contusión que no pasó a mayores.”
viernes, 17 de septiembre de 2021
Ser carbón o diamante
“Yo podría gloriarme de alguien así, pero no de mí mismo, a no ser de mis debilidades. Aunque si quisiera yo gloriarme, eso no sería ninguna locura, porque estaría diciendo la verdad; pero no lo hago, para que nadie piense que soy más de lo que aparento o de lo que digo, juzgándome por lo extraordinario de esas revelaciones.”
2 Corintios 12,5-7a
Se cuenta que en un curso de confirmación, el pastor comentó lo siguiente ante un grupo de adolescentes: “El carbón y el diamante son del mismo material: de carbón. El carbón absorbe la luz; el diamante la refleja. Hay cristianos que son semejantes al carbón y los hay que son semejantes al diamante. Al examinar sus creencias, son iguales; pero al examinar su experiencia religiosa... y al observar su vida, sus costumbres, su utilidad en la iglesia y en la sociedad... ¡no son iguales! Uno es opaco y otro es luminoso. Cada cristiano debe examinarse para saber si es carbón o si es diamante.” Un himno que solía cantar de niño comenzaba con la siguiente estrofa: Nunca esperes el momento de una grande acción, ni que pueda lejos ir tu luz; de la vida a los pequeños actos da atención, brilla en el sitio donde estés. Como cristianos y cristianas somos llamados y llamadas a reflejar la luz de Cristo en nosotros y nosotras. Gloriarnos de nuestras debilidades para que sea el poder de Dios manifestado en Jesús el que se manifieste. Dar testimonio al mundo en lo cotidiano anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Comprometidos con el Evangelio de Aquel que confesamos Señor y Salvador de nuestras vidas. Ser diamantes, luminosos, testigos fieles de Cristo.
viernes, 10 de septiembre de 2021
Con tres minutos bastan
“Delante de Dios y de Cristo Jesús, que vendrá glorioso como Rey a juzgar a los vivos y a los muertos, te encargo mucho que prediques el mensaje, y que insistas cuando sea oportuno y aun cuando no lo sea. Convence, reprende y anima, enseñando con toda paciencia.”
2 Timoteo 4,1-2
John Wilbur Chapman, quien fue evangelista presbiteriano, y, que, generalmente viajaba con el cantante de góspel Charles Alexander, contó cierta vez la siguiente anécdota: “Se dice que al principio de la Primera Guerra Mundial un clérigo de la Iglesia de Inglaterra compareció ante Guillermo Taylor, obispo, y capellán general del ejército británico, para pedir colocación como capellán. Se dice que el obispo Taylor lo miró intensamente por un momento y sacando su reloj de bolsillo le dijo: Imagínese que yo soy un soldado moribundo, que sólo tengo tres minutos de vida, ¿qué tiene que decirme? El clérigo quedó confundido y no dijo nada. Entonces el obispo le dijo: Ahora tengo dos minutos de vida, ¿qué puede decirme para el bien de mi alma? Aun con esto, el clérigo permaneció callado. Entonces el obispo volvió a decirle: sólo tengo un minuto de vida, ¿me dirá algo? Entonces el clérigo sacó su libro de oración, pero el obispo le dijo: No saque ese libro, pues no es oportuno para esta ocasión. Y puesto que el clérigo no pudo decirle nada al soldado moribundo, fracasó en su deseo de ser capellán del ejército.” Tres minutos bastan, aun un par, aun uno. Tres minutos para tomar la mano de quien moribundo espera consuelo y fortaleza para el tránsito que ha de dar confiado en que Dios, en su Gracia, no lo dejará solo.
viernes, 3 de septiembre de 2021
Predicarle al mundo
“¿Cómo puede lograr tanto progreso en su iglesia?, preguntaron cierto día a un famoso pastor de Boston. He aquí su respuesta: Porque yo predico dos veces en el templo cada domingo, pero cada uno y cada una de los miembros de la iglesia predica un sermón en el mundo cada día.”