viernes, 26 de noviembre de 2021

Las cuerdas del ring

“Es cierto que somos humanos, pero no luchamos como los hombres de este mundo. Las armas que usamos no son las del mundo, sino que son poder de Dios capaz de destruir fortalezas. Y así destruimos las acusaciones y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo obedezca a él, y estamos dispuestos a castigar toda desobediencia, una vez que ustedes obedezcan perfectamente.” 2 Corintios 10,3-6 

“La historia quizá no sea cierta; pero se cuenta que un boxeador dejando las cuerdas del ring, se hizo predicador. En cierta ocasión en que se le hizo tarde para acudir a una cita cruzaba por un atajo para acortar camino, de pronto le salió el dueño y con palabras duras le insultó y lo retó a pleito, no conociendo quién era. Bien, dijo el predicador, vamos a pelear si usted gusta; pero permítame un momento, pues ha de saber que yo jamás hago algo sin antes orar. Y diciendo esto, ante la estupefacción del retador, se quitó el sombrero y comenzó a orar: Señor, tú sabes que fui boxeador, y sabes a cuántos les deshice los ojos y las narices a bofetones; tú sabes cuántas costillas quebré a golpes a mis contrincantes, y a cuántos mandé a la otra vida con sólo la fuerza de mis puños. No permitas que mate a este hombre, no dejes que se me vaya la mano y... Basta ya, le interrumpió el otro. No es necesario que luchemos, pase usted por mi terreno las veces que quiera, y sin más decir, se retiró presuroso. De más está decir que nuestro predicador pudo seguir camino tranquilamente.”  

viernes, 19 de noviembre de 2021

Cristo Rey

“Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús le dijo: ¿Eso lo preguntas por tu cuenta, o porque otros te lo han dicho de mí? Le contestó Pilato: ¿Acaso yo soy judío? Los de tu nación y los jefes de los sacerdotes son los que te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Jesús le contestó: Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Le preguntó entonces Pilato: ¿Así que tú eres rey? Jesús le contestó: Tú lo has dicho: soy rey. Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan.” Juan 18,33-37

Jesucristo es rey, y por eso hace de nosotros un pueblo libre. Por eso, sabemos que participamos de la realeza de Jesucristo; somos reconocidos como encargados de promocionar a la persona humana; y se nos encarga a ser fermento en la masa, llenando del espíritu de Jesucristo todas las realidades sociales. Esto es testimonio de la realeza de Cristo. Porque, si Jesucristo no fuera rey, ¿con qué derecho y autoridad, nos presentaríamos ante los demás? Por eso hablamos con decisión, a la vez que con humildad. Porque no hacemos otra cosa sino convertirnos en eco de la voz de Jesucristo, único rey Señor. Lo proclamamos a los cuatro vientos con humildad gozosa. Lo proclamaron con valentía muchos mártires modernos. Y esta fe que profesan nuestros labios, la queremos proclamar, sobre todo, con la fidelidad diaria. 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Esperando por Tí

“Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.” Mateo 25,35-36

Un cuento de León Tolstói: “Una noche un anciano escuchó la voz de Dios que le decía: Mañana voy a visitarte. Al otro día, luego del desayuno, se puso a limpiar y ordenar todo. En eso golpeó a su puerta un hombre que estaba exhausto de tanto caminar, el anciano lo hizo pasar y le ofreció un mullido sillón para descansar. Cuando hubo descansado lo suficiente, agradeció y se fue. Al rato, golpearon nuevamente a la puerta. Era una mujer, con un bebé en brazos, que venía a pedirle comida. El anciano le dio algo de comer a ella, y calentó bastante leche para el bebé. Cuando hubieron comido lo suficiente, la mujer se levantó, agradeció y se marchó. En eso, el anciano vio a un niño de la calle, con su ropa toda rota y sucia, entonces tomó de un cajón algunas prendas, salió y se las ofreció al niño que las aceptó con una sonrisa. A la noche, cansado, se sentó y se quedó dormido. Tan dormido estaba que hasta soñó. En el sueño, Dios le decía: ¡Tres veces me recibiste! Una vez vestido de anciano, me ofreciste descanso y comida. Luego en forma de madre cansada y de bebé hambriento, y me atendiste. Por último fui como niño de la calle y me diste lo mejor. Pues todo lo que hacen por el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hacen.” 

viernes, 12 de noviembre de 2021

El Hijo del hombre ya está a la puerta

“De la misma manera, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Hijo del hombre ya está a la puerta.” Marcos 13,29

Jesús, el Hijo del hombre, transforma plenamente el mundo y la realidad de nuestra vida, porque él es lo nuevo que viene en nombre de Dios e irrumpe en la historia humana.  Jesús, es el Hijo del hombre que llega lleno de gloria y poder, y, quien nos dice: estén preparados.  Así como cuando reverdece la higuera es porque el verano está próximo, así ahora ya hay señales de que está a punto de irrumpir el Hijo del hombre, el Cristo de Dios.  ¿Y cuál es esa señal?  Un cambio total y absoluto.  Para nuestra comunidad, la sociedad, nuestra vida concreta.  Jesús ha venido a destruir un orden: el orden establecido por el pecado y el egoísmo.  Por eso se nos invita a dirigir los ojos hacia arriba, porque llega quien que nos alumbrará para siempre con su vida nueva.  A derribar estas murallas en nuestras vidas que nos oprimen para dar paso a Jesús el Cristo que nos redimirá para siempre.  La invitación es a poder  abrir bien los ojos.  Ya llega Cristo con su palabra transformadora, y no podemos permanecer dormidos, ciegos, sordos o mudos.  Asumamos la vida con responsabilidad.  Este es el tiempo en que como cristianos y cristianas tenemos la oportunidad de anunciar y proclamar la restauración de un mundo que se deshace.  Es el tiempo de reconstruir nuestra historia con una visión evangélica más profunda e intensa.  El nuestro es un tiempo corto.  Pero es lo suficientemente largo como para vivir aquí y ahora los nuevos tiempos del Hijo de Dios. Amén. 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Los reconocerán por sus acciones

“Así, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. El árbol bueno no puede dar fruto malo, ni el árbol malo dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego. De modo que ustedes los reconocerán por sus acciones.” 

Mateo 7,17-20

“Cierto hombre que vendía leña a sus vecinos los defraudaba cortando las piezas como diez centímetros menos largas de lo que debían ser. Un día circuló el rumor de que este leñador había comenzado a participar activamente de su iglesia y convertido en un verdadero creyente. Nadie creía el informe. Decían que ese tipo no cambiaría. Sin embargo, un hombre, para satisfacer su curiosidad, fue a una tienda donde aquel leñador había entregado un montón de leña. Midió las piezas y descubrió que medían como diez centímetros más de lo que debían. Luego el hombre volvió al grupo que discutían el asunto, y les dijo: Es cierto. Yo sé que el leñador se convirtió. ¿Cómo lo sabe usted?, le preguntaron. Porque acabo de medir la leña que él cortó ayer y todos los palos miden más de un metro de largo.” Sabemos que debiera proclamarse el Evangelio de Jesús más con el ejemplo que con la palabra, pero que difícil parece a veces. Para quien no cree es muy posible que haya dos alternativas, bueno o malo según lo que decida, ahora bien, para quien cree la única alternativa posible es el buen gesto, la buena acción. Del único modo que podremos ser reconocidos como hijos e hijas de Dios es a través de nuestras acciones, esto es, dando testimonio a través de nuestros buenos frutos.  

viernes, 5 de noviembre de 2021

Dar en la necesidad

“…pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.” Marcos 12,44

“Los manteles blancos y los centros de mesa daban al salón un aspecto festivo conforme se llevaban a cabo los preparativos para la fiesta navideña de nuestra familia. Mientras esperábamos, noté una mesa donde había un frasco vacío con una etiqueta que decía: Para la Navidad de una familia necesitada, y pedí en oración que para el final de la fiesta el frasco estuviera lleno. Al hacer los preparativos para la fiesta, nos habíamos enterado que el esposo de mi prima se había quedado sin trabajo hacía ya más de un año. La fuente principal de ingresos de la familia provenía de repartir periódicos, lo que requería que empezaran a trabajar a las cuatro de la mañana todos los días. La mayor parte de su ingreso se utilizaba para pagar las necesidades básicas, lo cual dejaba poco para las cosas que deseaban. La familia de mi prima fue una de las primeras en llegar. Los observé mientras se dirigían hacia las mesas, para lo cual pasaron junto al frasco de Navidad. Al acercarse, el esposo de mi prima se detuvo para leer lo que decía la etiqueta del frasco y, sin vacilar, sacó su billetera, sustrajo unos billetes y los puso en el envase, sin saber quién era la familia necesitada. Habíamos tenido la esperanza de darle a su familia algo esa noche, lo cual hicimos después; pero al haber hecho una donación en su momento de necesidad nos demostró que, en lo que se refería a lo que más importaba, él ya era un hombre rico.” 

miércoles, 3 de noviembre de 2021

¡En qué vivienda habita la honradez!

“…por eso procuramos hacer lo bueno, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres.” 2 Corintios 8,21

Tobías George Smollett, fue médico, escritor, traductor, historiador y periodista británico. Su obra incluye novelas, libros de historia, traducciones y ensayo político. Se cuenta que cierto día “un mendigo le pidió una limosna, y este le dio por equivocación una moneda que tenía mucho valor. El pobre pensó que el doctor le había dado eso por equivocación y lo siguió para devolverle la moneda. Luego el doctor Smollett se la devolvió, con otra como premio por su honradez, diciéndole: ¡En qué vivienda habita la honradez!” La integridad y honestidad ante todo. El buen comportamiento ante los demás como testimonio de nuestra fe. Nada significa nuestra profesión de fe sino la demostramos en los actos y gestos cotidianos. Podemos tener sabiduría e inteligencia. Podemos tener facilidad de palabra y elocuencia. Pero, si en el trato para con los demás no testimoniamos en lo concreto aquello que decimos creer, nada sirve. No se trata tanto de compartir una limosna o un mendrugo o aquello que sea que demos (o recibamos) sino que lo hagamos con alegría y profunda convicción. El ser honrado, no solo parecerlo, debiera ser una de las primeras marcas distintivas del creyente. Como está escrito en la carta de Santiago 2,18 “Tú tienes fe, y yo tengo hechos. Muéstrame tu fe sin hechos; yo, en cambio, te mostraré mi fe con mis hechos.” Si con nuestras acciones no mostramos lo que proclamamos más a la corta que a la larga dejaremos de ser creíbles. Qué bueno sería que también de nosotros se diga: ¡En qué vivienda habita la honradez!