“…por eso procuramos hacer lo bueno, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres.” 2 Corintios 8,21
Tobías George Smollett, fue médico, escritor, traductor, historiador y periodista británico. Su obra incluye novelas, libros de historia, traducciones y ensayo político. Se cuenta que cierto día “un mendigo le pidió una limosna, y este le dio por equivocación una moneda que tenía mucho valor. El pobre pensó que el doctor le había dado eso por equivocación y lo siguió para devolverle la moneda. Luego el doctor Smollett se la devolvió, con otra como premio por su honradez, diciéndole: ¡En qué vivienda habita la honradez!” La integridad y honestidad ante todo. El buen comportamiento ante los demás como testimonio de nuestra fe. Nada significa nuestra profesión de fe sino la demostramos en los actos y gestos cotidianos. Podemos tener sabiduría e inteligencia. Podemos tener facilidad de palabra y elocuencia. Pero, si en el trato para con los demás no testimoniamos en lo concreto aquello que decimos creer, nada sirve. No se trata tanto de compartir una limosna o un mendrugo o aquello que sea que demos (o recibamos) sino que lo hagamos con alegría y profunda convicción. El ser honrado, no solo parecerlo, debiera ser una de las primeras marcas distintivas del creyente. Como está escrito en la carta de Santiago 2,18 “Tú tienes fe, y yo tengo hechos. Muéstrame tu fe sin hechos; yo, en cambio, te mostraré mi fe con mis hechos.” Si con nuestras acciones no mostramos lo que proclamamos más a la corta que a la larga dejaremos de ser creíbles. Qué bueno sería que también de nosotros se diga: ¡En qué vivienda habita la honradez!
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