martes, 31 de marzo de 2020

La cena del Señor

“Jesús tomó en sus manos el pan y, habiendo pronunciado la bendición, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: Tomen, esto es mi cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, se la pasó a ellos, y todos bebieron. Les dijo: Esto es mi sangre, con la que se confirma la alianza, sangre que es derramada en favor de muchos.” Marcos 14,22-24


Mesa servida y extendida. Pan para satisfacer nuestra hambre, copa para saciar nuestra sed. Aquél maná caído del cielo en el desierto, aquella roca en el Horeb de la cual manaba el agua, suplidos para siempre en este cuerpo, en esta sangre. En torno a la mesa, nosotros y nosotras, una multitud hambrienta y sedienta.  Una multitud hastiada de vivir una vida vacía y sin sentido. Hartos de cosas que el mundo nos brinda cada día, todos los días, y, sin embargo, nuestro espíritu sigue hambriento y sediento.  El hombre, la mujer, que somos hoy nosotros buscamos con ansiedad y premura ese pan que alimente plenamente nuestras vidas, esa copa que sacie plenamente nuestra sed. Y aquí está Jesús, pan partido y compartido, sangre entregada y derramada. Pan de bendición, copa de comunión. Hoy se nos invita a hacer un alto en el camino para degustar la mesa, renuevo del reino en medio nuestro.  Hoy Jesús nos ofrece el gran banquete que Dios nos tiene preparado. A cada hombre, a cada mujer viene Dios a consolar y alimentar. A este hombre, esta mujer, le invita Dios a comer y beber el pan y la copa del reino. Que podamos vaciarnos para llenar nuestras vidas con lo único que prevalece. Amén.

lunes, 30 de marzo de 2020

Una mujer derrama perfume sobre Jesús

“…llegó una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro… Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.” Marcos 14,3


Escribe la poetisa Dolores Aleixandre: “Mi hora se acerca Abba, como el momento de un alumbramiento y como una mujer cuando llega su hora, me siento angustiado hasta que se cumpla. …la fragancia del perfume ha invadido la casa y lo impregna todo. …al mirar el frasco hecho mil pedazos sobre el suelo, he comprendido la parábola silenciosa que Tú me narras esta noche: En aquel frasco vacío y roto, está toda mi existencia, convocada al vaciamiento y a la muerte. Pero junto a él está también tu promesa: Ese perfume derramado y libre que vas a entregar en mí cuando llegue mi hora, y que va a convertirse, para gloria tuya, en la vida y la alegría del mundo.” Jesús está próximo a su muerte. Se acerca la hora de dolor y sufrimiento, la hora de la cruz. Ya su ministerio va llegando a su fin. Ya está por ser cumplimentado lo que la profecía ha anunciado. Él, que ha venido a traer la buena noticia de la salvación, a mostrarnos como es la alegría de una vida vivida con sentido, está por ser crucificado. Sabe que ese es su signo, que la resurrección sólo es posible luego del tránsito por la cruz. Y, camino a ello, quien ha desandado el desierto; quien ha obrado milagros y señales; quien es manantial de agua fresca, roca firme para afirmarse; este, el Cristo, es ungido con perfume. Aquel que ha sido tantas veces consuelo, recibe el consuelo del nardo sobre si derramado.

domingo, 29 de marzo de 2020

Jesús es resurrección y vida

“Jesús le dijo entonces: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” Juan 11,25-26


En tiempos de cuaresma, en tiempos en que la humanidad toda se debate frente a la angustia de la perdida cotidiana.  En tiempos de dolencias, de enfermedades incurables y hambrunas de solidaridad y compromiso, se nos invita a reflexionar sobre el hecho mismo de la muerte. La de los otros sí, pero, también, la nuestra.  Porque la muerte, queramos o no, es una realidad en este mundo que habitamos. ¿Nos hemos puesto a pensar alguna vez que también nosotros y nosotras vamos a morir? En medio de las situaciones difíciles que conlleva lo que actualmente vivimos: ¿Creemos que Jesús es capaz de vencer esta realidad de enfermedad y muerte?  Jesucristo, al vencer la muerte en el día de la Pascua, dio claras pruebas que Él es el Señor también sobre el poder de la muerte.  Por eso, hoy, en estos tiempos, somos invitados e invitadas a confiar en este Jesús que revivió a Lázaro como anticipo de lo que luego ocurriría con Él y con todos y todas.  Desde entonces, la muerte, a pesar de su tragedia y dolor, es la puerta a la vida plena, puerta que conduce, sabemos, al encuentro con nuestro Señor y Salvador.  Jesús, resurrección y vida, está al otro lado de la puerta para recibirnos.  Solamente es necesario que creamos, entonces, no recién después de la muerte, sino ya aquí y ahora obtendremos vida eterna; vida que ni la misma muerte nos podrá quitar. Que así sea. Amén.

sábado, 28 de marzo de 2020

La lección de la higuera

“Aprendan esta enseñanza de la higuera: Cuando sus ramas se ponen tiernas, y brotan sus hojas, se dan cuenta ustedes de que ya el verano está cerca. De la misma manera, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Hijo del hombre ya está a la puerta.”
Marcos 13,28-29


Jesús llega para transformar nuestras vidas. Tan profundo es ese cambio, que en nuestro interior se produce un cataclismo.  Muere el hombre viejo para dar paso al nuevo. Cristo llega a la vida de cada hombre, cada mujer, llega para todos.  Por eso, hay que estar prestos y alertas para saber descubrirlo. Él es lo que Dios ha prometido en la vida de cada uno y cada una; es el Hijo del hombre que viene para que la tierra pueda renovarse y renacer.  Así como cuando reverdece la higuera es porque el verano está próximo, así ahora hay señales de que está a punto de irrumpir el Hijo del hombre, el Cristo de Dios. Traerá un cambio total y absoluto.  Para nuestra comunidad, la sociedad, nuestra vida, el mundo todo. Por eso, hoy, se nos invita a dirigir los ojos hacia arriba, porque llega aquél que nos alumbrará para siempre con su vida nueva. Hoy Cristo nos invita a estar atentos y vigilantes…  Abrir bien los ojos.  No podemos permanecer dormidos, ciegos, sordos o mudos.  Este es el tiempo en que como cristianos y cristianas tenemos la oportunidad de anunciar y proclamar la restauración de un mundo que se deshace.  Es el tiempo de reconstruir nuestra historia con un compromiso evangélico más profundo e intenso. El tiempo para vivir aquí y ahora lo nuevo que el reino de Dios trae.

viernes, 27 de marzo de 2020

Pequeños gestos de bondad

“…en aquellos días, pasado el tiempo de sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales temblarán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Él mandará a los ángeles, y reunirá a sus escogidos de los cuatro puntos cardinales, desde el último rincón de la tierra hasta el último rincón del cielo.”
Marcos 13,24-27


“La maestra pidió a sus alumnos que dibujaran algo por lo que estuvieran muy agradecidos. Pensó que la mayoría de esos niños eran muy pobres, y que no tendrían muchas cosas que agradecer. Sabía que pintarían comida, helados, pasteles, la playa... Pero la maestra se quedó sorprendida con el dibujo que le entregó Raúl: Una mano dibujada con dificultad y sin gracia. Todos sus compañeros quedaron intrigados por aquel dibujo. ‘Maestra, esa es la mano de Dios que nos da la comida’, dijo un niño. ‘Yo creo que es la mano del señor que vende los pajaritos en la entrada de la escuela’, aventuró otro. ‘Es la mano del pastelero que hace las tortas’, exclamó otra. ‘Es la mano del médico que me curó cuando estaba enfermo’, afirmó un niño. Mientras Raúl, en silencio, negaba con la cabeza. La maestra se acercó a él y, cariñosamente, le preguntó de quién era esa mano. ‘Es su mano maestra’, le dijo ruborizado. Entonces la maestra recordó que muchas veces, a la hora del recreo, había llevado a Raúl, un niño débil y desamparado, de la mano. Comprendió que ese gesto tan simple para ella, era la experiencia más agradable que había tenido él en toda su vida.” 

jueves, 26 de marzo de 2020

Jesús es el único Mesías

“Si entonces alguien les dice a ustedes: Miren, aquí está el Mesías, o Miren, allí está, no lo crean. Pues vendrán falsos mesías y falsos profetas; y harán señales y milagros, para engañar, de ser posible, hasta a los que Dios mismo ha escogido. ¡Tengan cuidado! Todo esto ya se lo he advertido a ustedes de antemano.” Marcos 13,21-23


El Mesías ha llegado, no aquí o allí sino en este Jesús en quien creemos. Este Jesús, el Cristo, que transforma el mundo y la realidad de nuestras vidas. Él es lo nuevo que irrumpe en nombre de Dios en medio de la historia humana. Él y solo él entre tantas voces, entre tantos falsos mesías y falsos profetas. Él, que habla acerca del fin del mundo, sí, pero sin atemorizar, solo invitando a la esperanza y la responsabilidad. Responsabilidad que amerita descubrir en medio nuestro al único Mesías. Esperanza sustentada en saber que podemos contarnos entre aquellos a los que Dios mismo ha escogido. Jesús es el único capaz de saciar no solo nuestra hambre material sino, también, el hambre espiritual. Solo en Él se hace presente el banquete que Dios ofrece a los pobres y enfermos, necesitados e indefensos, a la humanidad hambrienta. Reino que viene al encuentro de los más necesitados; o mejor dicho, de la humanidad necesitada.  Reino que responde a nuestra realidad concreta de hombres y mujeres, aceptándonos así, tal como somos. A este hombre y a esta mujer que somos hoy nosotros y nosotras, ama Dios por medio de Jesucristo. Hoy es el tiempo preciso, donde en medio de tantas voces y tanto ruido se levanta la única voz capaz de alimentarnos y darnos cobijo. 

miércoles, 25 de marzo de 2020

El andar del cristiano auténtico

“Jesús les contestó: Tengan cuidado de que nadie los engañe. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: Yo soy, y engañarán a mucha gente.” Marcos 13,5-6


“Un hombre que acababa de aceptar a Jesucristo, iba a toda prisa por el Camino de la Vida, mirando por todas partes y buscando. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó: Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano? El anciano, encogiéndose de hombros le contestó: Depende del tipo de cristiano que ande buscando. Perdone, dijo contrariado el hombre, pero soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay. Sólo conozco a Jesús. Y el anciano añadió: Pues sí amigo; hay de muchos tipos y maneras. Los hay para todos los gustos. Hay cristianos por cumplimiento, cristianos por tradición, cristianos por costumbres, cristianos por superstición, cristianos por obligación, cristianos por conveniencia, cristianos auténticos... ¡Los auténticos! ¡Esos son los que yo busco! ¡Los de verdad!, exclamó el hombre emocionado. ¡Vaya!, dijo el anciano con voz grave. Esos son los más difíciles de ver. Hace ya mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo que usted. ¿Cómo podré reconocerle? Y el anciano contestó tranquilamente: No se preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo de sabios y engreídos. Lo reconocerá por sus obras. Allí donde van, siempre dejan huellas.” Hay muchos que dicen ser, o, peor aún, dicen ‘Yo soy’. Pero, a los verdaderos, se los reconoce en sus gestos. Los tiempos que vivimos son especiales para la acción concreta, practicar la fe, mostrar a Cristo. 

martes, 24 de marzo de 2020

La ofrenda de la viuda

“Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero. En esto llegó una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.” Marcos 12,41-44


El evangelio de hoy es un ejemplo concreto del valor de la ofrenda hecha desde el corazón y entrega de uno mismo.  El mensaje gira en torno a dos ideas opuestas: Dar lo que nos sobra o dar lo que necesitamos. Los escribas daban de su abundancia, mientras que la viuda daba de su carencia.  Ante Dios su entrega es mayor y más auténtica.  La alabanza que Jesús hace de la mujer nos enseña sobre el verdadero sentido de lo que significa dar.  Jesús observa que a veces damos no lo que es parte de nuestra vida, sino aquello de lo cual hasta podemos permitirnos prescindir.  Otros, al dar, se incluyen como parte de la misma ofrenda, a tal punto que la ofrenda supone un don. Dan lo imprescindible y necesario para ellos; dan vaciándose de sí mismos; dan como auténticos pobres de corazón.  Como aquella viuda sólo tenía dos monedas de cobre, no se excusó de dar su ofrenda, sino que dio todo porque ése era el sentido que para ella tenía el dar: Todo es de Dios, aun la propia vida. 

lunes, 23 de marzo de 2020

El reino se hace presente donde el amor actúa

“Jesús decía en su enseñanza: Cuídense de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas y que los saluden con todo respeto en las plazas. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas; y despojan de sus bienes a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones.” Marcos 12,38-40


“Un capellán, cuentan, se aproximó a un herido en medio del fragor de la batalla y le preguntó: ¿Quieres que te lea la Biblia? Primero dame agua que tengo sed, dijo el herido. El capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en kilómetros a la redonda. ¿Ahora?, preguntó de nuevo. Primero dame de comer, suplicó el herido. El capellán le dio el último mendrugo de pan que atesoraba en su mochila. Tengo frío, fue el siguiente clamor, y el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña pese al frío que calaba y cubrió al lesionado. Ahora sí, le dijo al capellán. Háblame de ese Dios que te hizo darme tu última agua, tu último mendrugo, y tu único abrigo. Quiero conocerlo en su bondad.” El reino se hace presente allí donde el amor actúa.   Amor que da sin condiciones, sin que sea una carga para quien lo realiza.  Y, este camino, camino de amor y de entrega, es, un camino silencioso.  Como silencioso es el camino de la cruz. No solamente se renuncia a lo que se da, sino que también es importante la forma en que se da, en que uno se entrega. Que nuestra comunión sea lo que fue para Cristo: Un darnos todo a todos.  

domingo, 22 de marzo de 2020

Historia de un faro

“Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo.” Juan 9,5


Escribe Mamerto Menapace en su cuento ‘Historia de un faro’: “El velero salió del puerto buscando el Pacífico. Para llegar hasta allí no tenía más remedio que bordear la tierra en busca de la brecha que le permitiera torcer hacia la derecha rumbo al mar grande.  Por eso puso confiado proa al sur, aunque su meta fuera el oeste.  Pero el cambio de rumbo no se hizo.  Tal vez se navegaba con velas demasiado desplegadas.  Tal vez fuera de noche cuando se pasó frente a la brecha.  A lo mejor sucedió durante una tormenta.  Lo cierto fue que se continuó al sur, rumbo al polo.  El velero se encontró rodeado por los témpanos, por el frío, las tormentas, y un sol cada vez más lejano.  Entonces fue cuando se tuvo conciencia de estar marchando hacia la nada, hacia el vacío y la muerte.  Se le preguntó a la brújula; pero la brújula había enloquecido.  Se quiso preguntar a las estrellas, pero estas revoloteaban en círculo alrededor de un polo cósmico invisible.  Fue entonces cuando se recibió el mensaje.  Tres cortas, una larga, silencio.  El brillo intermitente despertó la curiosidad de esos hombres hambrientos de señales.  Era un faro: Tres cortas, una larga, silencio.  El faro en su soledad tenía sólo un medio para comunicarse y manifestar su identidad: La fidelidad al ritmo de sus intermitencias.  Y fue gracias a esa fidelidad por la que los marineros ubicaron la identidad del faro y con ello un punto de referencia para su propia posición.  Se supo que se estaba proa al polo.  Y se viró en redondo. Hacia la salvación.”   

sábado, 21 de marzo de 2020

La boya anclada

“La gente, que era mucha, escuchaba con gusto a Jesús.” Marcos 12,37


“Durante sus vacaciones en la costa, una familia presenció una gran tempestad. Las olas subían a enormes alturas mientras que los vientos fuertes sacudían violentamente las embarcaciones que estaban amarradas al muelle. Un niño de doce años, que miraba desde la ventana, se fijó en que sólo la boya flotaba serenamente en aquel turbulento mar y se mantenía en su lugar a pesar de los vientos fuertes. El niño comentó con los demás que la boya era la única cosa que había allí afuera que parecía no tener miedo, porque aunque se hundía de vez en cuando, siempre volvía a subir sin daño y en el mismo lugar. Entonces el papá les explicó que la boya se mantenía firme a pesar del viento fuerte porque estaba amarrada a un ancla en el fondo del mar, y, agregó: También así es nuestra vida.” También cada uno de nosotros, cada una de nosotras, ha de atravesar muchas tormentas en su vida. Quizás la pandemia que estamos viviendo por estos días sea una de las más grandes y complejas de las últimas que hemos atravesado. No solo nos paraliza el temor, sino también, la preocupación y la angustia. Nos sentimos en medio de la tempestad igual de sacudidos que nuestra barca. Pero, al igual que el relato, hay quien se mantiene firme. Quien, en medio de la turbulencia, puede observar lo que ocurre en derredor con tranquilidad. Ese es quien afirma sus pasos y sus decisiones en el Señor. Quien con gusto escucha a Jesús y se llena de sus palabras. ¡Que su voz sea la boya firme donde afirmarnos siempre!

viernes, 20 de marzo de 2020

Los dos ancianos

“Jesús le contestó: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Pero hay un segundo: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Ningún mandamiento es más importante que éstos.” Marcos 12,29-31


Permítanme compartirles la siguiente historia: “Hace mucho tiempo vivía una pareja de esposos ya muy ancianos. Cada día salía él hacia el mercado llevando su único tesoro: Una vieja pipa de madera. Ella se sentaba a media mañana en la entrada de la choza que habitaban y peinaba mil veces sus largas trenzas, su máximo tesoro y su orgullo. Al ponerse el sol llegaba él con algún paquetito de frutas que alguien le había regalado, así era día a día. Llegó el día del aniversario de bodas, y el salió como cada mañana temprano, pensando qué le regalaría a ella, nada tenía. Por su parte ella se sentó en la puerta de la casita pensando como celebrar si no había con qué. Sin embargo al llegar la tarde él llegó con un pequeño paquete que le dio con un suave beso en la frente, diciéndole: Feliz aniversario; ella sacó de debajo de su sillita también un paquetito que le entregó con una gran sonrisa. Al abrir cada uno su regalo, se miraron y sollozaron en silencio disfrutando del gran amor que Dios les estaba demostrando. Ella había vendido sus trenzas y le había comprado un atadito de tabaco para su pipa, en cambio él había vendido su pipa y le había comprado un hermoso peine para sus trenzas.”

jueves, 19 de marzo de 2020

Brote de vida

“Y en cuanto a que los muertos resucitan, ¿no han leído ustedes en el libro de Moisés el pasaje de la zarza que ardía? Dios le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” ¡Y él no es Dios de muertos, sino de vivos! Ustedes están muy equivocados.”
Marcos 12,26-27


Dice un antiguo canto de los indios cherokee: “Un hombre susurró: Dios, habla conmigo... Y un ruiseñor comenzó a cantar. Pero el hombre no oyó. ¡Entonces el hombre repitió: Dios, habla conmigo!... Y el eco de un trueno se oyó. Más el hombre fue incapaz de oír. El hombre miró en rededor y dijo: Dios, déjame verte... Y una estrella brilló en el cielo. Pero el hombre no la vio. El hombre comenzó a gritar: Dios, muéstrame un milagro... Y un niño nació. Mas el hombre no sintió el latir de la vida. Entonces el hombre comenzó a llorar y a desesperarse: Dios, tócame y déjame saber que estás aquí conmigo... Y una mariposa se posó suavemente en su hombro... El hombre espantó la mariposa con la mano y desilusionado continuó su camino, triste, solo y con miedo.” Muchas veces nos sentimos así. Buscamos ansiosos de encontrar a Dios y, ocurre, que cuando viene a nuestro encuentro no lo reconocemos. Quizás, porque nos cuesta entender que en verdad Él es un Dios de vivos que se manifiesta en las pequeñas cosas de la vida misma. En una zarza ardiendo, en el canto de un pájaro, en el eco del trueno, una estrella, un niño, en el roce de una mariposa. En las pequeñas cosas de cada día, de toda vida, en la vida misma. 

miércoles, 18 de marzo de 2020

El mejor maíz

“Entonces Jesús les dijo: Pues den al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios. Y su respuesta los dejó admirados.” Marcos 12,17


“En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba el concurso al mejor producto año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos. ¿Por qué comparte su mejor semilla con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso?, preguntó el reportero. Verá usted, dijo el agricultor. El viento lleva el polen de un sembrío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada echaría a perder la calidad del mío. Si siembro buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga. Lo mismo ocurre en nuestra vida. Quienes decidan vivir bien, deben ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Quienes optan por ser felices, deben ayudar a que otros encuentren la felicidad, pues el bienestar de cada uno está unido al bienestar común.” En tiempos de pandemias y paranoias. En tiempos de sálvese quien pueda.  En tiempos donde pareciera naufragar lo mejor de la especie humana, vale la pena dilucidar: Que es del mundo y que de Dios. La mezquindad y el egoísmo, o, el corazón abierto y generoso de una vida compartida y comprometida. El apóstol Pablo nos exhorta en su carta a los Gálatas: “Ayúdense entre sí a soportar las cargas, y de esa manera cumplirán la ley de Cristo.” Que Dios nos ayude a que así sea. Amén. 

sábado, 14 de marzo de 2020

Tercer domingo de Cuaresma

“Porque el agua que yo le daré se convertirá en él en manantial de agua 
que brotará dándole vida eterna.” Juan 4,14


Es mediodía en el desierto.  La hora del sol abrasador.  La hora de la sed.  Vamos camino a la fuente con el peso de nuestros cántaros, pero también, con el de nuestras cargas y preocupaciones. Junto al brocal del pozo hallamos un peregrino, cansado del viaje, sediento. Nos mira como nadie antes nos mirase. Nos dice que puede satisfacer nuestra sed de una vez y para siempre.  Que él puede darnos el agua viva que brota a borbotones del manantial eterno.  Agua, sí; pero agua fresca, agua que vivifica y sacia. El peregrino, en quien reconocemos a Jesús, nos habla.  Nos dice: Ya no el odio y el orgullo, ya no el desamor.  Yo con mi fuente de agua limpio todo lo sucio en tu vida. Entonces, pronuncia su nombre: Yo soy. Se revela por completo. Finalmente, terminamos por comprender: Que sí hay alguien capaz de satisfacer nuestra hambre y nuestra sed.  Que sí hay alguien que viene a nuestro encuentro para tomarnos tal cual somos.  Que sí hay uno que es capaz de cambiar nuestras vidas.  Que así como hubo quienes fueron los primeros frutos de la cosecha, lo somos todos quienes sentados a los pies de Jesús nos dejamos mojar por el agua viva. Vayamos todos con nuestros pesos encaminados nuestros pies a los pies de Jesús.  En medio del calor abrasador, en el desierto de nuestras vidas, apaguemos el fuego de nuestra sed con el fuego eterno.  Vayamos a decirle: Quédate un par de días con nosotros.  Quédate en estas cuaresmas con nosotros.  Quédate, Señor.  

viernes, 6 de marzo de 2020

Celebración del DMO en Bahía Blanca









Segundo domingo de Cuaresma

“Jesús le dijo: Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Juan 3,3


Nacer de nuevo, ¡quien no quisiera! Ver el reino, ¡quien pudiera! Tan fácil y, al mismo tiempo, tan difícil. Fácil, porque el don de vida que nos hace Dios en Jesucristo está ahí nomas, al alcance de la mano. Difícil, porque nos negamos a abrirnos al amor de Dios que es lo que permite el cambio. Leemos en Juan 3,16: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Por eso es importante responder a ese amor de Dios, a esa aceptación, buscando en nuestra vida y en este nuestro mundo realizar la voluntad de Dios.  Voluntad expresada claramente en los Mandamientos y en la máxima del Evangelio de Marcos: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.  Ama a tu prójimo como a ti mismo.  Si hemos recibido la salvación y la vida eterna en Jesucristo, debemos entonces abrirnos al reino permitiéndonos nacer de nuevo. Naciendo en acciones concretas, acciones de amor y cariño, descubriendo que no hay mayor felicidad que sentirse útil haciendo feliz a otro, u otra, donde se nos presenta Jesús como anticipo del reino. No podemos experimentar a Dios en nuestras vidas sin que haya consecuencias visibles y concretas en nuestra relación con el prójimo, así como, no hay encuentro con Cristo en el prójimo sin que haya un cambio sincero y profundo en la totalidad de nuestra vida.