“Jesús le contestó: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Pero hay un segundo: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Ningún mandamiento es más importante que éstos.” Marcos 12,29-31
Permítanme compartirles la siguiente historia: “Hace mucho tiempo vivía una pareja de esposos ya muy ancianos. Cada día salía él hacia el mercado llevando su único tesoro: Una vieja pipa de madera. Ella se sentaba a media mañana en la entrada de la choza que habitaban y peinaba mil veces sus largas trenzas, su máximo tesoro y su orgullo. Al ponerse el sol llegaba él con algún paquetito de frutas que alguien le había regalado, así era día a día. Llegó el día del aniversario de bodas, y el salió como cada mañana temprano, pensando qué le regalaría a ella, nada tenía. Por su parte ella se sentó en la puerta de la casita pensando como celebrar si no había con qué. Sin embargo al llegar la tarde él llegó con un pequeño paquete que le dio con un suave beso en la frente, diciéndole: Feliz aniversario; ella sacó de debajo de su sillita también un paquetito que le entregó con una gran sonrisa. Al abrir cada uno su regalo, se miraron y sollozaron en silencio disfrutando del gran amor que Dios les estaba demostrando. Ella había vendido sus trenzas y le había comprado un atadito de tabaco para su pipa, en cambio él había vendido su pipa y le había comprado un hermoso peine para sus trenzas.”
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