sábado, 29 de mayo de 2021

El instrumento del perdón

“Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón. Este perdón se alcanza por la fe. Así quería Dios mostrar cómo nos hace justos: perdonando los pecados que habíamos cometido antes…” Romanos 3,25

Se cuenta que “un hombre muy rico había prestado en vida mucho dinero a varias personas. Siendo que era muy considerado, trataba con cariño a todos sus deudores y cuando se daba cuenta de que era imposible que le pagaran, ponía debajo de la cuenta su firma junto con la palabra: Perdonado. Después de su muerte, su esposa se dio cuenta que era mucho el dinero que amparaban las notas perdonadas y se dio a la tarea de cobrarlas. Tuvo que iniciar juicios legales hasta que el juez, al examinar uno de estos casos le preguntó: Señora, ¿es esta la firma de su esposo? Sí, contestó ella. De eso no hay duda. Entonces, dijo el Juez, no nada hay que obligue a estas personas a pagar cuando su esposo ha escrito la palabra perdonado.” Ciertamente nuestro buen Dios ha librado un cheque en blanco a favor de nuestras vidas. Cualquiera sea la suma o cantidad de nuestra deuda, Él, en su inmenso amor y misericordia, la ha saldado en la cruz de su Hijo Jesucristo. En la Biblia, palabra de Dios, leemos: “Así pues, ahora ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús…” (Romanos 8,1). Si este es nuestro sentir y pensar, entonces, sabemos que al pie de nuestras cuentas, y, junto a su firma, está escrita la palabra: Perdonado. Como dice el apóstol Pablo: “Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón.”

sábado, 22 de mayo de 2021

Señor, tu promesa está cumplida

“En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón. Era un hombre justo y piadoso... El Espíritu Santo estaba con Simeón, y le había hecho saber que no moriría sin ver antes al Mesías... Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo; y cuando los padres del niño Jesús lo llevaron también a él, para cumplir con lo que la ley ordenaba, Simeón lo tomó en brazos y alabó a Dios, diciendo: Ahora, Señor, tu promesa está cumplida: puedes dejar que tu siervo muera en paz. Porque ya he visto la salvación que has comenzado a realizar a la vista de todos los pueblos…” 

Lucas 2,35-32

“En un culto de oración el predicador dio el siguiente testimonio: Volábamos en un aeroplano de la ciudad de Denver, Estado de Colorado, a la de Chicago, Estado de Illinois. Por radio se le dijo al piloto que al llegar a esta ciudad no podría aterrizar porque había muchas nubes y las condiciones atmosféricas en general no eran favorables. Cuando llegamos sobre Chicago no veíamos nada, sino únicamente nubes blancas, y permanecimos media hora volando en círculos sobre la ciudad: Repentinamente el aeroplano descendió en línea recta y aterrizamos con precisión en la pista que nos correspondía. La constante comunicación entre el operador de radio del aeropuerto y el piloto, por ese medio que no veíamos ni entendíamos, hizo que pudiéramos descender en el momento y en el lugar más conveniente. Esto puede ilustrar cómo Dios se comunica con el hombre por medio del Espíritu Santo, y también puede ilustrar que podemos tener éxito en nuestra vida espiritual si obedecemos a Dios y al Espíritu Santo, como Simeón los obedeció.” 

sábado, 15 de mayo de 2021

Un vaso de leche

“Todos los que tengan sed, vengan a beber agua; los que no tengan dinero, vengan, consigan trigo de balde y coman; consigan vino y leche sin pagar nada. Vengan a mí y pongan atención, escúchenme y vivirán.” Isaías 55,1.3a

Duke K. McCall, pastor bautista estadounidense, relató cierta vez: “En la península de Corea la vida era extremadamente difícil; tanto así que en una familia un vaso de leche tenía que ser compartido por todos los niños que hubiera en ella, y eso era considerado como un lujo en la alimentación. Cada niño estaba acostumbrado a la escasez de leche, y ya sabía qué tanto debía beber cuando la tenían. Durante la guerra que hubo allí, muchos niños se extraviaron, y se dio el siguiente caso: Una enfermera de la Cruz Roja encontró a uno de esos niños, y al verlo perdido lo recogió, y dándose cuenta de que estaba hambriento, le dio un vaso de leche. El niño ansiosamente comenzó a beber; de repente dejó de hacerlo, y preguntó a la enfermera cuántos traguitos podía beber. La enfermera, conmovida y con lágrimas en los ojos, le dijo: Toda es para ti; bébela toda.” En medio del desierto de la vida, entre los cruces de caminos y la distancia. Allí donde las dificultades se hacen presentes y la sed abraza. Cuando los problemas se hacen presentes y la angustia nos supera. Cuando están hechas las preguntas y no hay cabida para las respuestas, solo el silencio. Allí la Palabra, allí la respuesta, allí el agua. Agua que sacia y satisface toda sed. Agua que limpia y purifica, agua que vivifica. Agua toda para mí, agua toda para ti. Aquí y ahora. 

viernes, 7 de mayo de 2021

¿Cumplimos los Mandamientos?

“Dios habló, y dijo todas estas palabras: Yo soy el Señor tu Dios… No tengas otros dioses aparte de mí. No te hagas ningún ídolo ni figura de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en el mar debajo de la tierra. No hagas mal uso del nombre del Señor tu Dios, pues él no dejará sin castigo al que use mal su nombre. Acuérdate del sábado, para consagrarlo al Señor. Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios. No mates. No cometas adulterio. No robes. No digas mentiras en perjuicio de tu prójimo. No codicies la casa de tu prójimo: no codicies su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca.” Éxodo 20, 1-4.7-8.12-17

“El editor de un periódico semanal necesitaba material para llenar una de sus columnas y, como no tenía otro por el momento, mandó que sin comentario alguno insertaran el Decálogo. Tres días después el editor recibió una carta de uno de los lectores de dicho semanario, y en ella decía: Favor de cancelar mi suscripción porque su editorial es demasiado personal en contra mía.” Todos conocemos los diez mandamientos. Quizás desde nuestra más tierna infancia forman parte de la memoria colectiva. Pero, he aquí la pregunta: ¿Los cumplimos? Pareciera que los mandamientos le hablan al otro, cuando en realidad me hablan a mí; a cada uno y cada una en particular. Cumplirlos, entonces, deben ser parte importante en nuestras vidas de fe de cada día.