“Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón. Este perdón se alcanza por la fe. Así quería Dios mostrar cómo nos hace justos: perdonando los pecados que habíamos cometido antes…” Romanos 3,25
Se cuenta que “un hombre muy rico había prestado en vida mucho dinero a varias personas. Siendo que era muy considerado, trataba con cariño a todos sus deudores y cuando se daba cuenta de que era imposible que le pagaran, ponía debajo de la cuenta su firma junto con la palabra: Perdonado. Después de su muerte, su esposa se dio cuenta que era mucho el dinero que amparaban las notas perdonadas y se dio a la tarea de cobrarlas. Tuvo que iniciar juicios legales hasta que el juez, al examinar uno de estos casos le preguntó: Señora, ¿es esta la firma de su esposo? Sí, contestó ella. De eso no hay duda. Entonces, dijo el Juez, no nada hay que obligue a estas personas a pagar cuando su esposo ha escrito la palabra perdonado.” Ciertamente nuestro buen Dios ha librado un cheque en blanco a favor de nuestras vidas. Cualquiera sea la suma o cantidad de nuestra deuda, Él, en su inmenso amor y misericordia, la ha saldado en la cruz de su Hijo Jesucristo. En la Biblia, palabra de Dios, leemos: “Así pues, ahora ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús…” (Romanos 8,1). Si este es nuestro sentir y pensar, entonces, sabemos que al pie de nuestras cuentas, y, junto a su firma, está escrita la palabra: Perdonado. Como dice el apóstol Pablo: “Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón.”