viernes, 29 de octubre de 2021

El gratuito don de vida

“Pero ahora, sin la ley, Dios ha mostrado de qué manera nos hace justos, y esto lo confirman la misma ley y los profetas: por medio de la fe en Jesucristo, Dios hace justos a todos los que creen.” 

Romanos 3,21-22

Pensemos un momento en el mejor regalo que hayamos recibido en nuestras vidas.  En ese regalo que ansiábamos tanto y del cual ahora disfrutamos.  Lo mas lógico sería que nos mostremos agradecidos por ese regalo, tan agradecidos que deberíamos corresponder de alguna manera a eso que hemos recibido.  Y de eso se trata nuestra fe.  La palabra Gracia viene de una palabra del latín que es gratia y que significa gratis.  Que de más esta decir es la palabra que más nos gusta oír en ésta nuestra sociedad de consumo. Y así es nomás.  El don de Vida y Vida eterna que nos hace Dios en Jesucristo es gratis, por eso es un regalo y por eso a su vez deberíamos mostrarnos agradecidos.  Por eso es importante responder a ese amor de Dios, a esa aceptación, buscando en nuestra vida y en este nuestro mundo realizar la voluntad de Dios, cada día, todos los días. Seguir a Jesús, saber quién es y qué significa es tener una sobreabundancia de vida.  Sólo cuando vivimos con y en Cristo, la vida se convierte en algo que vale la pena vivir. El amor de Dios se ha manifestado gratuitamente en medio nuestro.  El símbolo máximo de este amor es la cruz.  Es allí donde la sangre derramada de Jesucristo hace posible nuestro perdón.  Si hemos recibo el perdón y el lavamiento de nuestros pecados sin merecerlo, ¿cómo hemos de responder por ello?  

miércoles, 27 de octubre de 2021

Simplemente servidores

“A fin de cuentas, ¿qué es Apolo?, ¿qué es Pablo? Simplemente servidores, por medio de los cuales ustedes han llegado a la fe. Cada uno de nosotros hizo el trabajo que el Señor le señaló: yo sembré y Apolo regó, pero Dios es quien hizo crecer lo sembrado. De manera que ni el que siembra ni el que riega son nada, sino que Dios lo es todo, pues él es quien hace crecer lo sembrado. Los que siembran y los que riegan son iguales, aunque Dios pagará a cada uno según su trabajo. Somos compañeros de trabajo al servicio de Dios, y ustedes son un sembrado y una construcción que pertenecen a Dios. Yo fui el maestro albañil al cual Dios en su bondad encargó poner los fundamentos, y otro está construyendo sobre ellos.” 1 Corintios 3,5-10 

“Un extranjero se detuvo para observar cómo trabajaban algunos canteros. A tres de ellos hizo la misma pregunta: ¿Qué hace usted, señor? El primero le contestó: Estoy cortando una piedra. El segundo dijo: Estoy trabajando para ganar mi sueldo de quince pesos al día. El tercero, con entusiasmo contestó: Estoy ayudando a edificar un templo donde la gente podrá adorar a Dios. Si todos estos tres obreros recibieron igual sueldo, ¿cuál recibió la mejor recompensa?” Todo lo que hacemos para la edificación del Reino, en testimonio y compromiso evangélico, ya de por sí tiene la recompensa más hermosa que podamos tener que es obrar y hacer a favor de la buena nueva que Jesucristo tiene para con el mundo entero. Simples servidores, eso somos, y, tan solo con eso, debería bastarnos. Herramientas útiles en manos de este orfebre que todo lo ha creado.  

viernes, 22 de octubre de 2021

Ver con los ojos del corazón

“El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús,  que le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: Maestro, quiero recobrar la vista. Jesús le dijo: Puedes irte; por tu fe has sido sanado. En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús por el camino.” Marcos 10,50-52

“Había una vez un hombre que a causa de una guerra en la que había peleado, había perdido la vista. Para poder subsistir y continuar con su vida, desarrolló una gran habilidad y destreza con sus manos, lo que le permitió destacarse como un prestigioso artesano. Sin embargo, su trabajo no le permitía más que asegurarse el mínimo sustento, por lo que la pobreza era una constante en su vida y en la de su familia. Cierta Navidad quiso obsequiarle algo a su hijo de cinco años, quien nunca había conocido más juguetes que los restos y desechos del taller de su padre con los que fantaseaba reinos y aventuras. Su papá tuvo entonces la idea de fabricarle, con sus propias manos un hermoso calidoscopio como alguno que él supo tener en su niñez. En secreto y por las noches fue recolectando piedras de diversos tipos que trituraba en decenas de partes, pedazos de espejos, vidrios, metales y maderitas. Al cabo de la cena de nochebuena pudo, finalmente imaginar a partir de la voz del pequeño, la sonrisa de su hijo al recibir el precioso regalo. El corazón del niño estaba lleno de emoción por el regalo que había recibido de las manos rugosas de su padre ciego, bajo las formas de aquel maravilloso juguete que él jamás había conocido...”

miércoles, 20 de octubre de 2021

El trabajo que dignifica

“¡Basta ya de dormir, perezoso! ¡Basta ya de estar acostado! Mientras tú sueñas y cabeceas, y te cruzas de brazos para dormir mejor, la pobreza vendrá y te atacará como un vagabundo armado.” Proverbios 6,9-11

Se cuenta que “una madre trabajó y sufrió mucho para criar a su numerosa familia. Uno de los hijos llegó a ser gerente de una gran empresa. Cuando la madre quedó viuda ese hijo la invitó a vivir en la casa de él: Proveyó para ella un hermoso departamento y le asignó algunos sirvientes para que la cuidaran. Después de algunas semanas notaron que la madre salía a compras y se quedaba fuera de la casa todo el día. Notaron que siempre pedía al chofer que la dejara en cierta esquina a las ocho de la mañana y la recogiera a las cuatro de la tarde, tres días de cada semana y siempre los mismos días. Descubrieron que ella había conseguido trabajo como ama de casa. La madre explicó a su hijo que no quiso ofenderlo, pero que en verdad no estaba contenta al no tener ningún trabajo qué hacer.” El trabajo, cuando podemos tenerlo, no solo nos dignifica como personas sino que de alguna manera nos hace partícipes y coautores de la obra creadora de Dios. Lamentablemente vivimos tiempos muy complejos donde, si tenemos trabajo, casi siempre son precarizados o mal remunerados. Sin embargo, no por ello debemos cejar en el empeño y en la búsqueda de aquel oficio o profesión que no solo nos satisfaga sino que también permita nuestro sustento. Poder llevar el pan a la mesa como producto de nuestro esfuerzo ciertamente es algo invalorable, tanto así que no tiene precio. 

viernes, 15 de octubre de 2021

Dispuestos a servir

“…el que quiera ser grande entre ustedes, deberá servir a los demás,  y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser el esclavo de los demás. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir…” Marcos 10,43-45

Escribió el padre jesuita Félix Jiménez: “Había una vez un jefe que era muy orgulloso. Un día se paseaba por la ciudad diciendo: Soy el más grande. No hay otro como yo. Pero una anciana le dijo: Pues yo conozco a uno que es verdaderamente grande. Venga a mi casa. Al entrar el jefe en la casa, vio a la anciana y a un niñito gateando junto a ella. ¿Dónde está ese gran jefe del que me hablaste? La anciana cogió en sus brazos al bebé y le dijo: Éste es el grande del que le hablé. El gran jefe enfadado le gritó a la anciana: ¿Qué es esto? No intentes engañarme. Esto no es más que un bebé. El niño asustado comenzó a llorar. El jefe se conmovió. No quería asustarle. Arrodillado, se quitó las plumas de águila y halcón que llevaba en el pelo y acarició las mejillas del niño. Se quitó sus collares que hicieron de sonajero a los oídos del niño. Poco a poco el niño dejó de llorar y comenzó a escuchar y mirar. La anciana sonriendo le dijo: Se  da  cuenta  que,  incluso  usted,  que  es  el  gran  jefe,  tuvo  que  dejar  de  hablar  y  tuvo  que convertirse  en  su  servidor.  Dios  no  le  hizo  grande  a  usted,  para  que pudiera presumir de su grandeza, sino para que pudiera ayudar a los que no son tan fuertes como usted.”

miércoles, 13 de octubre de 2021

Como las hormigas

“Anda a ver a la hormiga, perezoso; fíjate en lo que hace, y aprende la lección: aunque no tiene quien la mande ni quien le diga lo que ha de hacer, asegura su comida en el verano, la almacena durante la cosecha.” Proverbios 6,6-8

Comparto un poema alusivo al tema de David Jorge Cirigliano: “A muchos molesta ¡es solo una hormiga! Su ejemplo, ¿agrede a los que están arriba? ¡Si ella sólo quiere trabajo y comida!, por eso anda siempre… de noche… de día. Cuando ve que es útil, se hace solidaria con cualquier vecina, le alivia su carga… no espera propina… ¡No especula nunca! …es solo una hormiga. Ella vive expuesta a los pisotones de grandes señores que viven arriba… pero igual persiste, aunque su dolor, ya sea rutina. ¡Ojalá los hombres fuesen como hormigas!, haciendo posible trabajar la tierra sin privar a nadie de hogar y comida, enterrando odios que tanto lastiman, donde se comience cada nuevo día, siendo solidarios. ¡Como un don de vida!” De lo profundo de la tierra surge el brote que será cosecha producto de las manos que han abierto el surco para depositar allí la semilla. Brote que es trigo, maíz, cebada, pan llevado a la mesa, pan que se comparte y alimenta, pan amable. Sudor que recorre el rostro del labriego, dejando surcos, dejando huellas, fecundas huellas. Como sudor recorre el cuerpo de aquel o aquella que trabaja. Sudor que es sangre y lágrima, sudor digno del que con sus manos va levantando puentes y no barreras. Sudor compartido conjugado en vida, como el pan sobre la mesa, como la esperanza presta que hace cierta la noche que dará paso al día. 

viernes, 8 de octubre de 2021

Riquezas en el cielo

“Jesús lo miró con cariño, y le contestó: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme. El hombre se afligió al oír esto; y se fue triste, porque era muy rico. Jesús miró entonces alrededor, y dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil va a ser para los ricos entrar en el reino de Dios!” Marcos 10,21-23

“Cierta vez, un contador especializado en el tema de impuestos, conversaba con una persona muy religiosa para determinar cuánto debía pagar al gobierno en concepto de impuestos. ¿Qué bienes posee usted?, preguntó el asesor impositivo. ¡Gracias a Dios, soy muy rico!, respondió el ministro. Hágame entonces una lista de sus posesiones, añadió el contador. Bien, tengo vida eterna; una mansión en el cielo; una paz que sobrepasa todo entendimiento, un gozo profundo; un amor divino que nunca me falla, una familia. Estos son todos mis bienes. Y después que mencionó todas esas posesiones el contador le dijo: Por esos bienes no se pagan impuestos.” El bien por el que debemos luchar día y noche es el reino de Dios, el reino de justicia, de amor y de paz; reino de libertad, en el que la persona humana vale por sí misma y no por lo que tiene.  El problema no es si tenemos mucho o poco sino el lugar que el dinero ocupa en nuestra vida.  Si queremos ser discípulos auténticos, probémoslo con algo concreto.  Si decimos que hemos optado por Jesús y el reino de Dios, renunciemos a algo por esto nuevo que hemos elegido, pues el evangelio sustituye al verbo tener por el verbo compartir. 

miércoles, 6 de octubre de 2021

Amor y misericordia de Dios

“Pero si hacen discriminaciones entre una persona y otra, cometen pecado y son culpables ante la ley de Dios.  Porque si una persona obedece toda la ley, pero falla en un solo mandato, resulta culpable frente a todos los mandatos de la ley.  Pues el mismo Dios que dijo: No cometas adulterio, dijo también: No mates. Así que, si uno no comete adulterio, pero mata, ya ha violado la ley.” Santiago 2,9-11.


“Se dice que en una ocasión el Duque de Wellington se disponía a participar de la Cena del Señor, y se arrodilló. En esos momentos un labriego hizo lo mismo junto al gran personaje. Entonces un diácono, de los encargados de distribuir los elementos de la Cena, se acercó al labriego y le dijo que se alejara del Duque; pero éste al darse cuenta de tal orden, puso uno de sus brazos en un hombro del campesino y le dijo con voz suave: Hermano, permanezca donde está, pues somos iguales en la mesa del Señor.” Si hay algo que caracteriza justamente a nuestra iglesia es que todos y todas, sin importar cuál sea su condición, están especialmente invitados e invitadas a tomar la Santa Cena. El mandato del apóstol es no hacer discriminación alguna, pues todos y todas somos pecadoras y pecadores al incumplir aunque mas no sea un solo mandato recibido. El sabernos pecadores no solo nos pone en igualdad de condiciones frente al hermano, la hermana, sino que también permite ante todo recibir el perdón de Dios como algo que nos viene como consecuencia de su amor y su misericordia. El amor es, debe ser siempre, aquello que nos motive en cada una de nuestras relaciones