“Jesús pasaba por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red al agua. Les dijo Jesús: Síganme, y yo haré que ustedes sean pescadores de hombres. Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.”
Marcos 1,16-18
“El pastor había predicado un sermón muy interesante acerca del discipulado. Después de esto una mujer se le acercó y le dijo: Yo soy una pobre viuda, tengo varios niños, y tengo que trabajar tejiendo todo el día. ¿Qué tiempo me queda para la tarea? El pastor la miró bondadosamente, y le dijo: ¿Quién le trae la leche? Ella contestó: El lechero. El pastor preguntó: ¿Quién le trae el pan? Ella respondió: El panadero. El pastor, sonriente, la miró y le dijo: Hermana, que Dios la ayude. La mujer se fue a su casa, y como ya era de noche se acostó; pero no pudo dormir ni olvidar esas palabras. La mañana siguiente se levantó más temprano que de costumbre, y no sacó la botella vacía. Cuando el lechero llegó y no vio dicha botella tocó en la puerta, salió la señora y con voz temblorosa le dijo al lechero: Escúcheme usted un momento por favor. Quiero hacerle una pregunta: ¿Alguna vez ha pensado en el sentido de su vida? El lechero la miró con ansiedad, y le dijo: Esa es la pregunta que he estado haciéndome las dos últimas semanas. La señora le dijo: Entre usted, y le diré algo sobre este asunto. En ese lugar y en ese momento aquella señora condujo a su lechero a Cristo, y él lo aceptó como su Señor y Salvador.”