“Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante.” Hebreos 12,1
Un autor anónimo escribió cierta vez este poema: “Como la gota que la peña horada, / cayendo levemente noche y día, / así consigue ver con alegría / la paciencia, su obra terminada. Nadie le estorba ni arrebata nada, / al perseguir su objeto con porfía; / prosigue su labor, y en Dios confía / hasta llegar al fin de la jornada. Con gotas de agua formáronse los mares / con menudas arenas, el desierto, / con minutos, períodos seculares. Con la paciencia y derrotero cierto, / el peregrino llega a sus hogares / y el navegante al suspirado puerto.” En el camino por el desierto de nuestras vidas. En el desandar los pasos tras el testimonio y el compromiso fecundo a favor del Reino. En el involucrarnos cada día en la proclamación de la Palabra. En toda tarea que la comunidad de fe emprende o realiza. Cada vez, toda vez, suelen surgir problemas y dificultades. Por eso, como creyentes en el Señor Jesucristo, debemos cultivar la paciencia para así poder dejar “a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda” y correr “con fortaleza la carrera que tenemos por delante”. A pesar de los inconvenientes y sinsabores que puedan surgir en la prosecución del Reino, debemos confiar plenamente que es Él quien, a través de su Santo Espíritu, fructificará la obra. De nosotros y nosotras depende ponernos en marcha hacia el “suspirado puerto”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario