lunes, 11 de junio de 2018

Encuentro ecuménico Patagones - Viedma



“Y Dios, que es quien da constancia y consuelo, los ayude a ustedes a vivir en armonía unos con otros, conforme al ejemplo de Cristo Jesús.”
Romanos 15,5


Llevamos ya una larga caminada. Estamos como el pueblo de Israel en el desierto. Conducidos por el amor y la misericordia de Dios hacia la tierra prometida, reino de los cielos. Sabemos de nuestra tarea: ir sembrando en el desierto mojones de solidaridad y esperanza como anticipo de ese reino. A veces, al igual que ese otro pueblo, nos sobrevienen las dudas. Las pruebas y las dificultades vividas a lo largo del camino no son pocas. Pero Dios, quien es nuestro consuelo, mantiene nuestra marcha firme y constante y nos da, en Cristo Jesús, un norte, una guía, unos pasos, un modelo, un camino a seguir. Es Dios quien nos da constancia para seguir andando, para seguir construyendo, para seguir unidos, juntas. Es Dios quien, ante las dificultades y frente a la ardua tarea, nos da consuelo para el camino. Y, a través del apóstol, nos invita a vivir en armonía, con uno mismo, con la otra, con el medio ambiente, con la naturaleza toda. Armonía, sí, aun con nuestras diferencias, aun en el disenso. Y, en esta caminada, herramientas toscas y endebles, tantas veces inútiles, somos puestas en las manos de este hábil carpintero, el nazareno, quien va moldeando nuestra vida y nuestro entorno. Transformando en útil lo inútil, dando belleza a tanta tosquedad. Y, en esta caminada, sobreviene el Espíritu de Dios en medio del desierto, desplegando una vez más nuestras alas, levantándonos en vuelo el uno al lado de la otra, entrelazando abrazos y estrechando manos, junto al amigo, a la hermana al compañero. Degustando los frutos de la cesta, pan y vino, anticipo del banquete. En cumplimiento de la promesa que en el Señor deja de ser utopía. Mesa tendida y compartida. Mesa de paz y justicia.