“A fin de cuentas, ¿qué es Apolo?, ¿qué es Pablo? Simplemente servidores, por medio de los cuales ustedes han llegado a la fe. Cada uno de nosotros hizo el trabajo que el Señor le señaló: yo sembré y Apolo regó, pero Dios es quien hizo crecer lo sembrado. De manera que ni el que siembra ni el que riega son nada, sino que Dios lo es todo, pues él es quien hace crecer lo sembrado. Los que siembran y los que riegan son iguales, aunque Dios pagará a cada uno según su trabajo. Somos compañeros de trabajo al servicio de Dios, y ustedes son un sembrado y una construcción que pertenecen a Dios. Yo fui el maestro albañil al cual Dios en su bondad encargó poner los fundamentos, y otro está construyendo sobre ellos.” 1 Corintios 3,5-10
“Un extranjero se detuvo para observar cómo trabajaban algunos canteros. A tres de ellos hizo la misma pregunta: ¿Qué hace usted, señor? El primero le contestó: Estoy cortando una piedra. El segundo dijo: Estoy trabajando para ganar mi sueldo de quince pesos al día. El tercero, con entusiasmo contestó: Estoy ayudando a edificar un templo donde la gente podrá adorar a Dios. Si todos estos tres obreros recibieron igual sueldo, ¿cuál recibió la mejor recompensa?” Todo lo que hacemos para la edificación del Reino, en testimonio y compromiso evangélico, ya de por sí tiene la recompensa más hermosa que podamos tener que es obrar y hacer a favor de la buena nueva que Jesucristo tiene para con el mundo entero. Simples servidores, eso somos, y, tan solo con eso, debería bastarnos. Herramientas útiles en manos de este orfebre que todo lo ha creado.
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