sábado, 21 de marzo de 2020

La boya anclada

“La gente, que era mucha, escuchaba con gusto a Jesús.” Marcos 12,37


“Durante sus vacaciones en la costa, una familia presenció una gran tempestad. Las olas subían a enormes alturas mientras que los vientos fuertes sacudían violentamente las embarcaciones que estaban amarradas al muelle. Un niño de doce años, que miraba desde la ventana, se fijó en que sólo la boya flotaba serenamente en aquel turbulento mar y se mantenía en su lugar a pesar de los vientos fuertes. El niño comentó con los demás que la boya era la única cosa que había allí afuera que parecía no tener miedo, porque aunque se hundía de vez en cuando, siempre volvía a subir sin daño y en el mismo lugar. Entonces el papá les explicó que la boya se mantenía firme a pesar del viento fuerte porque estaba amarrada a un ancla en el fondo del mar, y, agregó: También así es nuestra vida.” También cada uno de nosotros, cada una de nosotras, ha de atravesar muchas tormentas en su vida. Quizás la pandemia que estamos viviendo por estos días sea una de las más grandes y complejas de las últimas que hemos atravesado. No solo nos paraliza el temor, sino también, la preocupación y la angustia. Nos sentimos en medio de la tempestad igual de sacudidos que nuestra barca. Pero, al igual que el relato, hay quien se mantiene firme. Quien, en medio de la turbulencia, puede observar lo que ocurre en derredor con tranquilidad. Ese es quien afirma sus pasos y sus decisiones en el Señor. Quien con gusto escucha a Jesús y se llena de sus palabras. ¡Que su voz sea la boya firme donde afirmarnos siempre!

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