“Así, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. El árbol bueno no puede dar fruto malo, ni el árbol malo dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego. De modo que ustedes los reconocerán por sus acciones.”
Mateo 7,17-20
“Cierto hombre que vendía leña a sus vecinos los defraudaba cortando las piezas como diez centímetros menos largas de lo que debían ser. Un día circuló el rumor de que este leñador había comenzado a participar activamente de su iglesia y convertido en un verdadero creyente. Nadie creía el informe. Decían que ese tipo no cambiaría. Sin embargo, un hombre, para satisfacer su curiosidad, fue a una tienda donde aquel leñador había entregado un montón de leña. Midió las piezas y descubrió que medían como diez centímetros más de lo que debían. Luego el hombre volvió al grupo que discutían el asunto, y les dijo: Es cierto. Yo sé que el leñador se convirtió. ¿Cómo lo sabe usted?, le preguntaron. Porque acabo de medir la leña que él cortó ayer y todos los palos miden más de un metro de largo.” Sabemos que debiera proclamarse el Evangelio de Jesús más con el ejemplo que con la palabra, pero que difícil parece a veces. Para quien no cree es muy posible que haya dos alternativas, bueno o malo según lo que decida, ahora bien, para quien cree la única alternativa posible es el buen gesto, la buena acción. Del único modo que podremos ser reconocidos como hijos e hijas de Dios es a través de nuestras acciones, esto es, dando testimonio a través de nuestros buenos frutos.
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