“Yo podría gloriarme de alguien así, pero no de mí mismo, a no ser de mis debilidades. Aunque si quisiera yo gloriarme, eso no sería ninguna locura, porque estaría diciendo la verdad; pero no lo hago, para que nadie piense que soy más de lo que aparento o de lo que digo, juzgándome por lo extraordinario de esas revelaciones.”
2 Corintios 12,5-7a
Se cuenta que en un curso de confirmación, el pastor comentó lo siguiente ante un grupo de adolescentes: “El carbón y el diamante son del mismo material: de carbón. El carbón absorbe la luz; el diamante la refleja. Hay cristianos que son semejantes al carbón y los hay que son semejantes al diamante. Al examinar sus creencias, son iguales; pero al examinar su experiencia religiosa... y al observar su vida, sus costumbres, su utilidad en la iglesia y en la sociedad... ¡no son iguales! Uno es opaco y otro es luminoso. Cada cristiano debe examinarse para saber si es carbón o si es diamante.” Un himno que solía cantar de niño comenzaba con la siguiente estrofa: Nunca esperes el momento de una grande acción, ni que pueda lejos ir tu luz; de la vida a los pequeños actos da atención, brilla en el sitio donde estés. Como cristianos y cristianas somos llamados y llamadas a reflejar la luz de Cristo en nosotros y nosotras. Gloriarnos de nuestras debilidades para que sea el poder de Dios manifestado en Jesús el que se manifieste. Dar testimonio al mundo en lo cotidiano anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Comprometidos con el Evangelio de Aquel que confesamos Señor y Salvador de nuestras vidas. Ser diamantes, luminosos, testigos fieles de Cristo.
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