“Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardianes del templo le dio una bofetada, diciéndole: ¿Así contestas al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?” Juan 18,22-23
“El nombre de Fabricio Lucio, célebre general romano de los tiempos primitivos de expansión de la República ha quedado en la historia como emblema de probidad, sencillez, desinterés e integridad ciudadanas. Hallándose el famoso general en la más completa pobreza fue nombrado emperador por la República, para ir a tratar con Pirro, rey de Epiro, sobre asuntos de la mayor importancia concernientes a su patria. Pirro lo recibió en su corte con las mayores distinciones y trató de inducirlo para que secundara sus proyectos, contrarios a Roma, ofreciéndole honores elevados y grandes riquezas. Pirro conocía las valías morales de Fabricio, con quien había luchado en acciones bélicas sin que hubiera logrado vencerlo. Conocía la entereza de carácter del noble patricio y creyó que si lograba inclinarlo a su favor habría hecho una trascendente adquisición. En efecto, Pirro, haciendo uso de su habilidad, de su talento y sus riquezas, y aprovechando la pobreza de Fabricio, le hizo insinuaciones morbosas, indignas de la elevada moral del ciudadano íntegro. La contestación de Fabricio fue la siguiente: Si aún me crees honrado; ¿por qué pretendes corromperme? Y si me crees capaz de dejarme sobornar, ¿de qué puedo servirte? Tan elocuente contestación hizo retroceder a Pirro y le proporcionó una visión de un hombre cabal, digno de la más alta consideración.” Hombres y mujeres, probos y honestas, es lo que toda Nación necesita para su desarrollo y crecimiento.
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