“Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!” Romanos 8,38-39
¿Cuántas veces hemos sentido en nuestras vidas momentos de debilidad y fragilidad? ¿Cuántas veces hemos vivido acontecimientos frente a los cuales quedábamos sin respuestas ante las dificultades que se nos presentaban? Quizás han sido varios los momentos donde la angustia y el dolor se han hecho presente. Quizás han sido unas cuantas las veces en que no veíamos un camino seguro por delante. En esos instantes de mayor debilidad y angustia en nuestras vidas, esos instantes en donde nuestras propias fuerzas parecieran no haber bastado, justo allí, ha venido hacia nosotros y nosotras la fortaleza que nos viene de lo alto para sostener nuestro caminar. En cada uno de esos acontecimientos frente a los cuales nos hemos sentido superados, precisamente allí, ha venido el recuerdo de saber que ha sido en nuestra debilidad, o, precisamente, gracias a ella, que hemos podido reconocer mediante la fe tener en Dios a nuestro gran consolador. Quiera Dios seguir fortaleciendo y sosteniendo nuestro caminar en el año que hoy iniciamos. Que Él nos tome entre sus manos y haga con nosotros conforme a su amor y misericordia. Que podamos ser testigos de su reino para que todos los hombres y las mujeres conozcan el mensaje de salvación y vengan al conocimiento de la verdad mediante nuestro testimonio. Amén.
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