“Y tanto los que iban delante como los que iban detrás, gritaban: ¡Hosanna al Hijo del rey David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Mateo 21,9
Dice la letra de un antiguo himno escrito por Federico Pagura y Homero Perera: “¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Alzad, alzad las puertas del duro corazón! No viene revestido de su ropaje real; su túnica es de siervo, su cetro de humildad. ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! Que ofrece a los cansados descanso y salvación. Es manso y es humilde y en su servicio está el yugo que nos lleva a eterna libertad.” El Domingo de Ramos que hoy celebramos es el día donde recordamos la entrada gloriosa de Jesús en Jerusalén. Entra en la ciudad en medio de las vivas y los cantos de quienes han acudido a celebrar la pascua. La gente cortan palmas o ramos de los olivos, y le reciben entre gritos ensordecedores: “¡Hosanna al Hijo del rey David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Jesús sabe que le espera la cruz, y él no rehúsa su camino. Acepta sobre si la miseria y el dolor de la humanidad y se entrega confiado al Padre. Viene a reinar, sí, pero no con el poder de las armas sino con la magnificencia de su amor. No quiere ni honores ni riqueza, por el contrario, escoge la pobreza, la debilidad, el servicio, la muerte... Es aclamado como el rey descendiente de David porque conquista los corazones de hombres y mujeres por medio de su amor y su entrega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario