martes, 21 de abril de 2020

El cerdito del Señor

“Los domingos, cada uno de ustedes debe apartar algo, según lo que haya ganado, y guardarlo para que cuando yo llegue no se tengan que hacer colectas.” 1 Corintios 16,2


“En una ocasión, un cazador salió a buscar su alimento diario. Pasó todo el día y llegando la noche no había podido cazar nada. Fue entonces que poniéndose de rodillas rogó a Dios que le proveyera el alimento para su familia. Prometió que de todo lo que él le diera, la mitad sería para ofrendarlo. No pasaron veinte minutos y la trampa que puso atrapó dos cerditos. El cazador, muy contento comenzó a correr para la casa diciendo ¡uno para mí y otro para el Señor! De repente tropezó y uno de los cerdos se le escapó, entonces el cazador exclamó con gran voz: ¡Se fue el cerdito del Señor!” Debemos reconocer que uno de los temas que más ruido hace cada vez que se habla del mismo en la iglesia es el de la mayordomía; o, mejor dicho, nuestra relación con el dinero, y, por consiguiente, el buen o mal uso que de él hacemos.  Con mucha vergüenza y profundo pesar, debemos confesar al menos dos cosas en este sentido: Lo primero, nuestra relación con la iglesia, nuestros hermanos y hermanas, y, por consiguiente con Dios, no ocupa muchas veces un lugar preponderante en nuestras listas de prioridades.  Segundo, en íntima relación con lo anterior, lo que ofrendamos al Señor para nada guarda relación con todo lo que de él recibimos día tras día.  Una lástima, máxime cuando el dar tiene relación con darse uno mismo, con todo lo que esto conlleva e implica en cuanto a ser agradecidos. 

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