“…él se entregó a la muerte como rescate por la salvación de todos…”
1 Timoteo 2,6
1 Timoteo 2,6
Se cuenta que cierta vez un conferencista muy reconocido, comenzó su charla teniendo muy en alto un billete de cien dólares. Luego preguntó a la gente: ¿Quién quiere tener este billete? Todas las manos se alzaron, a lo cual agregó: Voy a darle este billete de cien dólares a alguno de ustedes, pero antes déjenme hacer algo con él. El conferencista arrugó el billete con fuerza y volvió a preguntar: ¿Aún quieren éste billete? Las manos continuaron levantadas. Bueno, de acuerdo, dijo, pero ¿qué pasaría si hago esto? El conferencista arrojó el billete arrugado al piso y saltó con los pies juntos encima, pisándolo lo más posible y cubriéndolo con el polvo del piso. Volvió a preguntar: ¿Alguien quiere todavía éste billete? ¡Evidentemente todas las manos continuaron levantadas! Amigos míos, acaban de aprender una lección. Poco importa lo que yo haga con este billete, siguen queriéndolo porque su valor no ha cambiado, todavía cuesta cien dólares. Piensen ahora en ustedes y en cada una de sus vidas. Muchas veces se sentirán arrugados, rechazados, ensuciados por la gente o por los acontecimientos. Tendrán la impresión de no valer nada, pero en realidad, vuestro valor no habrá cambiado. Porque vuestro valor como persona no depende de lo que hacen o tienen, si no por lo que son. Hijos de Dios, ganados por Cristo quien se entregó a la muerte como rescate por la salvación de todos. Él ha pagado el precio restituyendo nuestro valor como personas, criaturas del altísimo. Arrugados y sucios, sí, más no vencidos. El amor y la misericordia de Dios nos han redimido.
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