“Jesús le contestó: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre.” Juan 14,6
Escribe Eseario Sosa: “Que nadie te desvíe del buen camino, ni lo bueno ni lo malo. Que ningún amor anule tu ser. Que puedas seguir: Sonriendo, amando, gozando y sirviéndole a Dios y a la humanidad que viene a ser lo mismo.” Yo soy el camino, afirma Jesús. Y nos invita a caminar junto con él. Andando y desandando el único camino posible. El que nos conduce al Padre, conduciéndonos a su vez al encuentro de nuestros hermanos y nuestras hermanas. El que camina con Jesús seguramente no estará exento de problemas y dificultades, pero caminara seguro. Camino que es verdadero como la verdad plena manifestada en Cristo. Camino que nos conduce a la vida. Porque, creer en Jesús como el Cristo, es abrirse paso por este camino que es tránsito muerte a vida. Yo soy la vida, dice Jesús. Y se entrega en la cruz como manifestación de lo que esa vida significa. Vida que es fruto de esa entrega, fruto de esa cruz. Y es con él, y junto a él, que vamos encontrando la plenitud de esa vida en el servicio, que permite esa vida con sentido que el Padre nos da en su Hijo. Porque, conocer a Jesús es conocer a Dios mismo, experimentándolo cada día como enviado por el Padre para salvarnos. Vida, signo del amor y de la misericordia de Dios. Vida que es ofrecida en Jesús. Vida que es amasada cotidianamente y leudada con la levadura del reino. Quiera Dios que esta vida sea realidad en nuestras vidas, hoy y siempre.
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