“Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.” Juan 14,15-17
Dentro de dos semanas, como cristianos y cristianas, celebraremos la fiesta de Pentecostés, fiesta donde celebramos la venida del Espíritu de Dios. Espíritu que hace visible en medio nuestro, la presencia invisible pero potente del resucitado. Espíritu Defensor y Espíritu de la verdad. Espíritu que fortalece a la comunidad de fe para dar testimonio de Jesús a pesar de las contrariedades y vicisitudes que el mundo ofrece. Es Jesús mismo quien intercede con el Padre para que esto sea posible, para que podamos recibir y experimentar el Espíritu de Dios en medio de los conflictos y preocupaciones. Sin el Espíritu, nos domina el miedo y el desánimo. Es por esto, que en los momentos más difíciles y complejos de nuestras vidas, Dios nos consuela a través de su gracia, aquella que nos ofrece por medio del Espíritu. Espíritu que no es sólo fuente de fe y de esperanza sino también poder y verdad. Pues por el Espíritu somos hechos personas capaces de hacer la voluntad de Dios, compartir su Palabra y ser su pueblo. Es el Espíritu, quien permite que nuestra fe y nuestra vida estén sujetas a la vida de Dios Padre, manifestada y presente en Jesucristo. Y la promesa es que este Espíritu permanece con ustedes y estará en ustedes, en todo momento y lugar, es decir, siempre.
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