“Si alguien aspira al cargo de presidir la comunidad, a un buen trabajo aspira. Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible.” 1 Timoteo 3,1-2
“Se cuenta que cierto emperador chino, cuando le avisaron que en una de las provincias de su imperio había una insurrección, dijo a los ministros de su gobierno y a los jefes militares que lo rodeaban: Vamos. Seguidme. Pronto destruiré a mis enemigos. Cuando el emperador y sus tropas llegaron a donde estaban los rebeldes, él trató afablemente a éstos, quienes, por gratitud, se sometieron a él de nuevo. Todos los que formaban el séquito del emperador pensaron que él ordenaría la inmediata ejecución de todos aquellos que se habían sublevado contra él; pero se sorprendieron en gran manera al ver que el emperador trataba humanitariamente y hasta con cariño a quienes habían sido rebeldes. Entonces el primer ministro preguntó con enojo al emperador: ¿De esta manera cumple vuestra Excelencia su promesa? Dijisteis que veníamos a destruir a vuestros enemigos. Los habéis perdonado a todos, y a muchos hasta con cariño los habéis tratado. Entonces el emperador, con actitud generosa, dijo: Os prometí destruir a mis enemigos; y todos vosotros veis que ya nadie es enemigo mío: a todos los he hecho mis amigos.” La capacidad de liderazgo implica no solo una conducta irreprochable en aquél que lo ejerce, sino, también, una buena dosis de amabilidad. Un buen líder no solo debe tener la capacidad de conducir sino que debe involucrarse de lleno en la vida de sus dirigidos. Por ello, tanto la bondad como el amor y la misericordia tienen que estar presentes siempre en todo momento y en todo lugar.
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