“…derramó abundantemente su gracia sobre mí…” 1 Timoteo 1,14
¿Cuántas veces hemos rechazado las bendiciones de Dios porque, en apariencia, no son como las esperábamos? Se cuenta que “un joven estaba a punto de graduarse. Hacia meses que admiraba un hermoso auto, y, sabiendo que su padre podría comprárselo le dijo que era todo lo que quería. Finalmente, en la mañana del día de graduación, su padre le llamo. Le dijo lo orgulloso que estaba de tener un hijo tan bueno y lo mucho que lo amaba, y, le entrego una hermosa caja de regalo. Curioso y de algún modo decepcionado, el joven abrió la caja y encontró una hermosa Biblia. Enojado le grito a su padre diciendo: ¿Con todo el dinero que tienes, y lo único que me das es esta Biblia?, y salió de la casa. Nunca más volvieron a verse. Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios. Un día supo que su padre que ya era anciano estaba muy enfermo, pensó en visitarlo. Antes que pudiera partir para verlo, recibió un telegrama donde decía que su padre había muerto, y le había heredado todas sus posesiones. Cuando llego a la casa de su padre, una tristeza y arrepentimiento lleno su corazón. Empezó a ver todos los documentos importantes que su padre tenía y encontró la Biblia que en aquella ocasión su padre le había dado. Con lágrimas, la abrió y empezó a hojearla. Mientras lo hacía, unas llaves de auto cayeron de la Biblia. Tenían una tarjeta de la agencia de autos donde había visto aquel auto que había deseado tanto. En la tarjeta estaban escritas estas palabras: Totalmente pagado.”
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