“A los que escogiste del mundo para dármelos, les he hecho saber quién eres. Eran tuyos, y tú me los diste, y han hecho caso de tu palabra. Yo te ruego por ellos… Yo no voy a seguir en el mundo, pero ellos sí van a seguir en el mundo, mientras que yo me voy para estar contigo. Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado…” Juan 17,6.9.11
Jesús está próximo al martirio, antes de eso tiene un gesto de profunda misericordia para con sus discípulos: Intercede por aquellos a los cuales se dispone a dejar solos ante el mundo. A estos que les han sido dado, les reveló el amor que Dios tiene para con el mundo, amor que se manifiesta en su propio envío para procurarle la salvación. Estos han recibido el mensaje y lo han guardado fielmente. Han llegado a reconocer que todo lo que Dios le ha dado proviene efectivamente de Él, y, este conocimiento, les ha venido por haber recibido con fe las palabras de Jesús. Ahora deberán testimoniar al mundo esta buena nueva, y lo harán de hacer solos. Por eso el ruego del maestro: Cuídalos con el poder de tu nombre. Jesús no pide para que los discípulos sean librados de este mundo sino todo lo contrario. Sabe que, quien cree, debe vivir su fe entre las dificultades y los tropiezos de la vida. Por eso ruega, para que ese grupo de fieles testigos pueda estar preparado y ser fortalecido para manifestar plenamente su gloria como Señor y Salvador; visibilizando al mundo, en cada gesto, en cada palabra, el rostro misericordioso y amoroso de Dios. Amén.
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