“¡Alaben a Dios en su santuario! ¡Alábenlo en su majestuosa bóveda celeste! ¡Alábenlo por sus hechos poderosos! ¡Alábenlo por su grandeza infinita! ¡Alábenlo con toques de trompeta! ¡Alábenlo con arpa y salterio! ¡Alábenlo danzando al son de panderos! ¡Alábenlo con flautas e instrumentos de cuerda! ¡Alábenlo con platillos sonoros! ¡Alábenlo con platillos vibrantes! ¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!” Salmo 150
Comparto con ustedes la reescritura del Salmo 150 que hiciera Ernesto Cardenal, recientemente fallecido. El poema se titula: ‘El cosmos es su santuario’, y dice:
“Alabad al Señor en el cosmos
Su santuario
de un radio de 100.000 millones de años luz
Alabadle por las estrellas
y los espacios interestelares
alabadle por las galaxias
y los espacios intergalácticos
alabadle por los átomos
y los vacíos interatómicos
Alabadle con el violín y la flauta
y con el saxofón
alabadle con los clarinetes y el corno
con cornetas y trombones
con cornetines y trompetas
alabadle con violas y violoncelos
con pianos y pianolas
alabadle con blues y jazz
y con orquestas sinfónicas
con los espirituales de los negros
y la 5a de Beethoven
como guitarra y marimbas
alabadle con tocadiscos
y cintas magnetofónicas
Todo lo que respira alabe al Señor
toda célula viva
Aleluya”
La música forma parte inalterable de nuestras vidas. Se dice que cada día vivido por nosotros y nosotras tiene su melodía. Los Salmos son testimonio hechos oración, y, también, canción. El Salterio termina con este himno, el cual es una alabanza continua a los prodigios del Señor. En este sentido, toda nuestra vida debiera serlo: Una continua alabanza a nuestro buen Dios, que, en Cristo, es sustentador y dador de vida. Plenitud de vida.
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