“…Dios nuestro Salvador mostró su bondad y su amor por la humanidad… por pura misericordia nos salvó… dándonos nueva vida por el Espíritu Santo. …para que… tengamos la esperanza de recibir en herencia la vida eterna.” Tito 3,4-5.7
“En el rosal se abrió una bellísima rosa cuyo dueño insistió en cortar. ¿Qué será de mí?, pensó la rosa. La esposa del dueño del jardín la llevo hasta la iglesia y se la entregó al anciano sacerdote. El sacerdote sonrió mientras decía: ¡Bonita rosa! Es digna de Él. La rosa no alcanzó a entender quién era Él. El sacerdote se encaminó al presbiterio. Subió las gradas del mismo, y junto a la custodia donde estaba Él, colocó la rosa. Esa noche hubo una gran ceremonia litúrgica con mucho incienso. La rosa entonces comprendió que estaba a los pies del Maestro, del Creador que modeló las flores, encendió las estrellas y creó las almas. Pasaron seis días y la rosa sintió que una languidez mortal le invadía hasta el fondo de su ser. Era la rosa más bella, pero también tenía el más bello destino. ¿Qué otro final podría haber soñado para sí misma? Y entregando su amor y su vida, fue deshojando lentamente sus pétalos, uno a uno, a los pies del Supremo, su Creador, su Señor. La vida de todos y cada uno de nosotros en un regalo de Dios. La podemos usar de muchos modos, de todos los modos posibles, el más bello es, cuando dejándolo todo, nos dedicamos a estar siempre en su presencia. Con el paso de los años nos iremos consumiendo y deshojando, hasta el momento en el que Él nos llame para permanecer siempre unidos.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario