Colocamos sillas en círculo alrededor de una mesa, con dos velas, una Biblia, un anafe en el centro, con una olla grande con agua. Sobre la mesa, en distintos platos pusimos: manzanas, peras, duraznos, cerezas, pasas de uva, ciruelas secas, canela en rama, azúcar y miel, además de cuchillos, pelapapas, una cuchara de madera y un cucharón. La propuesta era hacer un té de frutas, tipo ponche o clericó, sin alcohol.
Con unas palabras de bienvenida, explicamos la intención de la celebración, esperando que la gente se sienta cómoda. Invitamos a cada uno de los y las presentes a pensar acerca de la Navidad, las comidas, su elaboración en familia en el espacio de la cocina, como el espacio de intimidad, confesión y profundidad por excelencia que es ese lugar de la casa. Además de provocar, un poco, a pensar sobre que tanto hemos dado sabor a nuestro mundo y si hemos sido olor grato para el Señor durante el año que termina.
Recordamos que nos reunimos en el nombre del Dios Trino, y luego cantamos una alabanza.
Luego encendimos el fuego debajo de la olla, como símbolo del Espíritu Santo. La olla, cacerola, como el símbolo de nuestra vida. El agua dentro de la olla, como símbolo símbolo de la vida y de nuestro nacimiento en Cristo. Nos imaginamos también cómo el agua caliente recuerda los nacimientos de antaño, en donde ese elemento era fundamental para la higiene de la madre y del niño.
Entonces invitamos a tener un momento de confesión: "Nuestra vida solo puede ser aroma grato y de buen sabor cuando dependemos de la presencia y guía del Espíritu Santo. Es el momento para pedir perdón a Dios, por los diferentes momentos en que no permitimos que su Espíritu guiara nuestras acciones." Luego de un momento de silencio.
Y oramos: "Aquí estamos, Señor, reconociendo nuestra necesidad de ti. Hemos pretendido hacer la fiesta en esta vida, sin tu presencia. Tan lejos te hemos dejado, que este mundo casi ha perdido su sabor y el olor de la muerte es cada vez más fuerte. Por eso hoy, al recordar tu venida a nuestro mundo como uno de nosotros, pedimos tu misericordia, gracia y paz, para seguir adelante acompañados, siempre, de la presencia de tu Espíritu. Amén."
Cantamos una canción navideña.
Una de las personas presentes leyó el texto de Gálatas 5:22-25. Mientras que reflexionamos sobre los Frutos del Espíritu, fuimos agregando las frutas relacionando sus características y propiedades con los dones del Espíritu.
- La Manzana simbolizó a la Mansedumbre. Siempre se ha tenido a la manzana como símbolo de pecado, porque se asocia al fruto del árbol prohibido en el jardín del Edén. Se dice que "una manzana podrida echa a perder a las demás". Nada más errado que eso. La manzana es un fruto saludable te ayuda en la eliminación del colesterol, te protege de un infarto, los cantantes saben de sus bondades por eso la comen antes de cantar y las amas de casas sabemos las maravillas que con ella se hacen.
Pensando en la Mansedumbre, se nos dice que el mundo es de los que "agraden", no de los dubitativos, relacionando así a los mansos. Jesús nos dice: "bienaventurados los mansos y humildes de corazón".
- La Pera simbolizó a la Paz. En nuestro país desde hace años hay una gran crisis con los productores de la fruta, en nuestra zona afecta sobre todo al Valle del Río Negro, y la pera es un símbolo de la región, distintos productores de frutas y verduras se han visto empobrecidos afectando a toda la comunidad que depende del éxito de sus cosechas. Su esfuerzo y trabajo que se refleja en grandes producciones no tiene valor en un mercado que es injusto. Es nuestro anhelo que la Paz llegue a los productores de fruta y verdura.
- El Durazno simbolizó a la Alegría. ¿Alguien ha observado la alegría de los pajaritos al encontrar el disfrutar un durazno maduro?, el escándalo en el árbol es impresionante. Así debe ser nuestra vida, llena de la alegría que nos da el Señor, de tal manera que contagie a todo el que esté a nuestro lado.
- Las Pasas simbolizaron a la Generosidad. La Uva es un fruto de lo más generoso, bien podemos comer el fruto fresco, disfrutarlo en un buen vino o esperar a que se seque y saborearlo como pasa en distintos postres (pan, helados…) ¿de cuántas diferentes maneras podemos ser generosos?
- La Ciruela simbolizó a la Bondad. Al igual que la uva, el ciruelo es un fruto que se puede comer fresco, el jalea o mermelada y al secarse es un ingrediente importante de muchos platillos ni hablar del fruto en flor, muy semejante al durazno en flor es una belleza impresionante ver el árbol de ciruelo en flor. Ser bondadosos debe ser un estilo de vida para cada hijo e hija de Dios.
- Las Cerezas simbolizaron la Paciencia. La cereza es un fruto muy pequeño, cuando lo comemos simplemente escupimos el carozo, pero cuando lo utilizamos en las comidas hay que descarozarlo, eso exige un trabajo de cuidado, para no destruir la cereza y ¡mucha paciencia! Así tenemos que trabajar las distintas situaciones de la vida: ¡con mucho tacto y paciencia!
- La Canela simbolizó a la Fe. La canela es una especia de gratísimo olor y fino sabor, su vara simula caminos: empalmados, profundos, cortos y largos, a veces hechos polvo, pero caminos al fin. La Fe es un camino que se inicia con el Bautismo y se continúa hasta la eternidad.
- El Azúcar simbolizó al Amor, necesitamos expresar el amor de una manera dulce y tierna alguien dijo que necesitamos ser "fratiernos" y no tan solo fraternos.
- La Templanza simbolizó a la Miel. La Miel es producida por la abeja. Una cucharadita de 4 ml de miel, del tipo cuchara de café, representa el trabajo de toda la vida de 10 a 12 abejas. Cada obrera hará entre 10 y 15 vuelos diarios, volando entre 40 y 100 kilómetros diarios, a una velocidad máxima de 25Km/h, durante al menos 21 días. Cada abeja obrera libará el néctar de 560 flores al día. Para realizar semejante tarea, se necesita paciencia, tenacidad y templanza, mesura. La Templanza en la vida, se alcanza después de muchas pruebas, solo así se es capaz de dar sabor a la vida.
Cantamos otra canción navideña.
Mientras tanto, los niños y niñas repartieron bolsitas con garrapiñas y maní con chocolate, tan característicos de nuestra Navidad en Argentina, con la frase: "aroma grato para Dios y sabor para la humanidad".
María Rosa, la referente de la comunidad anfitriona, leyó la bendición: “Que la mano de Dios te conduzca hacia el pesebre de Jesús, para que, encontrándote con Él, puedas ver brillar la luz de su Espíritu y sentir su presencia en tu vida y en la de tus seres amados. Que el Dios trino te conceda una Navidad bendecida y renovada en Él. Amén.”
Terminamos la celebración cantando Noche de Paz.
Por supuesto, luego compartimos una comida a la canasta, en donde el té frutal o ponche, fue el centro.
Estela Andersen
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