“Al contrario, en todo damos muestras de que somos siervos de Dios, soportando con mucha paciencia los sufrimientos, las necesidades, las dificultades, los azotes, las prisiones, los alborotos, el trabajo duro, los desvelos y el hambre. También lo demostramos por nuestra pureza de vida, por nuestro conocimiento de la verdad, por nuestra tolerancia y bondad, por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, por nuestro amor sincero, por nuestro mensaje de verdad y por el poder de Dios en nosotros. Usamos las armas de la rectitud, tanto para el ataque como para la defensa. Unas veces se nos honra, y otras veces se nos ofende; unas veces se habla bien de nosotros, y otras veces se habla mal. Nos tratan como a mentirosos, a pesar de que decimos la verdad. Nos tratan como a desconocidos, a pesar de que somos bien conocidos. Estamos medio muertos, pero seguimos viviendo; nos castigan, pero no nos matan. Parecemos tristes, pero siempre estamos contentos; parecemos pobres, pero enriquecemos a muchos; parece que no tenemos nada, pero lo tenemos todo.” 2 Corintios 6,4-10
“Alguien escribió lo siguiente hace casi un siglo: Pedí a Dios que me hiciera fuerte para sobresalir, me hizo débil para que aprendiera a obedecer humildemente. Pedí ayuda para hacer obras más grandes, se me dieron dolencias para hacer obras mejores. Pedí riquezas para obtener la felicidad, se me dio pobreza para que fuera prudente. Pedí de todo para poder gozar de la vida, se me concedió la vida para que gozara de todo. No recibí nada de lo que pedí, pero sí todo lo que necesitaba. A despecho de mí mismo, fueron oídas mis oraciones. Soy entre todos el más bienaventurado.”
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