“Por aquellos días, Jesús salió de Nazaret, que está en la región de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. En el momento de salir del agua, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. Y se oyó una voz del cielo, que decía: Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido. Después de esto, el Espíritu llevó a Jesús al desierto. Allí estuvo cuarenta días, viviendo entre las fieras y siendo puesto a prueba por Satanás; y los ángeles le servían. Después que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios. Decía: Ya se cumplió el plazo señalado, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias.” Marcos 1,9-15
Comenzamos a transitar el tiempo de Cuaresma. Es un tiempo donde nos vamos preparando para redescubrir en nuestras vidas el misterio de Semana Santa, el misterio de la Pascua de la Resurrección. Pero también, este tiempo de Cuaresma, es un tiempo de prueba y recogimiento, porque esta preparación camino a la Pascua debe significar en nuestras vidas un evaluar y revisar nuestras actitudes, nuestras palabras, nuestros gestos, nuestro compromiso, nuestro testimonio, nuestra vida de fe. Porque este tiempo de Cuaresma de alguna manera significa transitar por el desierto. Un desierto árido, un desierto no exento de dificultades, un desierto caluroso, un desierto donde la sed se hará presente. El Evangelio que acabamos de compartir, nos relata la experiencia de este Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías ansiado, prometido, esperado, que recibe el bautismo del Espíritu Santo y es conducido, llevado, al desierto a ser tentado, ser puesto a prueba, experimentar en ese desierto la experiencia de todo hombre, toda mujer, que camina, que desanda, que transita por el desierto de su vida. En la experiencia de la tentación sufrida por Jesús en el desierto, él, de alguna manera, se apropia, se hace carne, de nuestras propias dolencias, de nuestras propias pruebas. En Jesús, este tiempo durante el desierto, o en el desierto, implica también una preparación para el comienzo de su ministerio. A partir de esta experiencia, creo que Jesús, habiendo resistido la tentación y la prueba, fortalecido por el Espíritu Santo recibido en el bautismo, es que puede comenzar su ministerio. Puede comenzar su tiempo de Cuaresma, su caminada que lo va a conducir a esa semana donde será apresado, torturado, flagelado, crucificado, donde la realidad de la muerte se hará presente en su vida pero para dar paso a una realidad mucho más magnifica como es la de la resurrección. Habiendo sido bautizado, revestido del Espíritu, es que puede resistir la tentación y la prueba del desierto. Y la experiencia del desierto, de estas pruebas y tentaciones, son las que le permitirán comenzar a desandar el camino del testimonio a favor del reino de los cielos. Siempre asido de la mano de la misericordia de Dios, siempre fortalecido por el Espíritu de Dios. Este tiempo de Cuaresma que acabamos de iniciar en nuestras vidas también tiene el mismo cometido y el mismo propósito: el de experimentar en nuestras vidas la Gracia del Espíritu recibida en nuestro bautismo. El de experimentar como ese Espíritu, que es poder de Dios, poder que viene de lo alto, permite el tránsito por cada prueba, por cada tentación, que vienen a nuestras vidas en este tiempo de Cuaresma pero también en todo tiempo vivido. El tránsito por el desierto, es un tránsito ciertamente difícil, doloroso, un tránsito donde nuestros pasos muchas veces se verán ralentizados, o serán pasos pesados. Pero si el Espíritu Santo que ha venido a nosotras y nosotros al momento de nuestro bautismo nos fortalece, asido de la misericordia y el amor de Dios, podremos continuar camino. Nos asiste el Espíritu que asistió a Jesús en el desierto. Este Jesús, Hijo de Dios, que también experimento al igual que cada uno y cada una la prueba y la tentación. Nuestro cometido, nuestro propósito, nuestro Norte en esta Cuaresma, debe ser el recogimiento y la oración. A la vez que la prédica en cuanto testimonio y compromiso a favor del reino de Dios. Testimonio y compromiso que nos conducirán hasta la cruz de Cristo, que nos conducirán hasta esos acontecimientos pascuales en los cuales al igual que el Maestro también nosotras y nosotros hemos de hacer ese tránsito de muerte a vida y plenitud de vida. Que Dios nos bendiga, que Dios nos fortalezca, que Dios nos asista con su Espíritu, cada paso que demos en este tiempo de Cuaresma. Cada paso que demos hacia la cruz de Cristo. Amén.
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