“Yo, la sabiduría, habito con la inteligencia, y sé hallar los mejores consejos.” Proverbios 8,12
“León y Jorge eran dos muchachos que estaban de aprendices en casa de un cerrajero. El maestro acababa de salir y ellos se encontraron solos en la tienda. Nuestro maestro, dijo León, se ha olvidado de cerrar con llave su armario. Ven y miraremos lo que hay dentro; yo he visto una carta abierta y la leeremos. No, respondió Jorge, que haya una llave en el armario o que no, es una misma cosa para los que son honrados. Yo no hablo de tocar nada, quiero solamente mirar. Pero, León, querer conocer lo que otro quería guardar para sí, es ser indiscreto. El indiscreto que roba los pensamientos y los secretos, es como el ladrón que roba dinero; los dos roban, cada uno a su manera, y los dos se deshonran. Yo no quiero ser indiscreto. León se ruborizó, comprendiendo que su compañero tenía razón. El que es honrado lo es con todo lo que pertenece a otro, tanto los secretos como el dinero.” ¿Quién no se sintió alguna vez a tener la misma intención de León? Es que, la tentación de descubrir los secretos de otros suele ser sumamente tentador. Pero, como bien nos recuerda Jorge, la indiscreción no deja de ser una manera de hurto. No de algo material, es cierto, pero sí de algo que no me pertenece, que forma parte de la intimidad del otro, la otra. Jorge supo actuar con inteligencia sabiendo dar un buen consejo, lo que lo convierte en una persona sabia. ¿Y nosotros? ¿Actuamos de la misma manera o nos dejamos llevar por la curiosidad e indiscreción?
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