“…si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano.” Mateo 5,23-24
La historia de la salvación, anunciada por los profetas y gestada al principio mismo de la humanidad; la presencia visible, gesto concreto, del amor y la misericordia de Dios, se hace presente en y a través de Jesús. En él también, hijo de Dios, se perfecciona y cumple la ley dada a Moisés. Ley fundada precisamente en la misericordia y en el amor. Ley que invita a elegir entre la vida y la muerte. Y porque la ley libera, a la vez que está al servicio de la vida, la justicia, el amor y la verdad, es que elegimos la vida; es decir elegimos vivir como seres humanos libres. La primera norma a cumplir es la del amor. Construir junto al otro y la otra un mundo más justo y fraterno, estar en paz con uno y su entorno. Buscar el reino de Dios y su justicia, pues lo demás será añadido. Vivir el Evangelio, buena nueva. No es el cumplimiento literal de leyes y normas lo que transformará al mundo, sino, contar con hombres y mujeres que se parezcan a Jesús. Jesús nos enseña el respeto a la vida desterrando la violencia y la muerte, por esto, creer en Jesús es seguir su camino, amar toda expresión de vida y protegerla, practicar la justicia en todas sus formas, cuidar cada día la creación que Dios nos da, vivir todos los días la paz que construye un mundo mucho más fraterno y humano.
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