Es difícil imaginarse cómo es la realidad de nuestras congregaciones en el Distrito Sur. Es difícil imaginarse la atención pastoral cuando entre las comunidades hay al menos más de 100 km. de distancia y a veces hasta 500. A eso se le suma un clima riguroso de frío, vientos fuertes y muchas veces la falta de lluvia. Las distancias acobardan, el clima acobarda, la realidad de ser congregaciones subsidiadas también acobarda…
Nuestras comunidades tienen dificultades para sentirse un cuerpo, que es la congregación. Las distancias que las separa hacen de ellas realidades tan diferentes que cuesta mucho la integración. Los encuentros de trabajo son intensivos: hay que organizarse y planificar en un tiempo muy limitado, con una periodicidad de tres meses. A eso se le suma lo económico: las distancias y los pocos aportes de los miembros (por la falta de sentido de pertenencia), se le suman un costo de vida más alto que en el resto del país. La vida en el sur es más cara por las distancias y el clima.
Sí, la vida en el sur es muy difícil. En los inviernos los días son cortos y fríos. La gente prefiere quedarse en el calor de sus hogares a salir a cualquier actividad que se realice, incluso en la iglesia. El clima mismo hace de los sureños, personas introvertidas, racionales, que tratan de controlar sus emociones, lo que no es bueno a la hora del sufrimiento y los problemas. No es fácil acompañar pastoralmente a las comunidades por estos lugares. Todo está en contra: la distancia, el clima y la idiosincrasia de la gente.
Pero esto mismo, también es un desafío, y hay mucho por hacer. En las comunidades surgen ideas para vencer esas contrariedades. Ser congregaciones subsidiadas ha provocado mucho daño, ¿por qué digo esto? porque muchos miembros sólo están esperando el dinero como si fueran mendigos esperando la moneda, y esto les ha quitado la dignidad, y junto a ella el amor por su congregación. Tomar conciencia de esto nos llama a trabajar el tema de la mayordomía. Se está reflexionando acerca de esta realidad, y de que la única manera de amar a la iglesia y sentirla propia, es cuando los miembros se sienten partícipes económica y activamente.
La realidad de una visita pastoral al mes nos llama a concientizarnos de que el modelo pastor-centrista no es posible en estos lugares, la comunidad debe tener vida en sí misma, y lograr celebrar y trabajar sin la presencia del/a pastor/a. Por eso, para realizar una tarea más efectiva, también estamos viendo en la necesidad de capacitación, para trabajar con motivadores en las comunidades. En la Congregación Río Negro y Neuquén están llevando adelante los talleres de ADN, mientras que en la Congregación Semillas del Sur se está dictando el Curso de Promotores Bíblicos del Educab, ISEDET.
La realidad no se puede evitar ni evadir, por eso debemos ser creativos, y aprovechar todos los recursos que nos propone la tecnología: el internet (con chateo incluido), los mensajes de texto, los programas de radio; todo sirve para unirnos, para mantenernos comunicados. En mis tiempos en Entre Ríos jamás hubiera pensado un acompañamiento pastoral por mail, chat o mensaje de texto, nunca me hubiera imaginado un abrazo cibernético, pero se puede y funciona. ¿Por qué? Porque no hay alternativas, porque ésa es la realidad que nos toca vivir, y porque nos damos cuenta de que la creatividad y el Espíritu Santo son un muy buen equipo.
La creatividad y la necesidad hacen milagros, y por eso es que en estas dos congregaciones subsidiadas, que no logran autosustentarse, que a veces nos las vemos negras para simplemente ponerle combustible al auto (cada viaje requiere al menos de un tanque lleno, sino más), se han atrevido a crear y llevar adelante dos obras diacónicas: el Hogar de Ancianos “Pohlmann-Trabandt” en Allen, y el Hogar de Estudiantes Universitarios “La Casa de Lidia” en Bahía Blanca, en esta misma ciudad también tenemos la Casa de Huéspedes, adonde cualquier persona recomendada por su comunidad puede alojarse.
Hay mucho por hacer, y mucho por acomodar. Pero lo importante es que hay ganas, creatividad y la confianza en que nuestro buen Dios nos sostendrá en todo momento.
Nuestras comunidades tienen dificultades para sentirse un cuerpo, que es la congregación. Las distancias que las separa hacen de ellas realidades tan diferentes que cuesta mucho la integración. Los encuentros de trabajo son intensivos: hay que organizarse y planificar en un tiempo muy limitado, con una periodicidad de tres meses. A eso se le suma lo económico: las distancias y los pocos aportes de los miembros (por la falta de sentido de pertenencia), se le suman un costo de vida más alto que en el resto del país. La vida en el sur es más cara por las distancias y el clima.
Sí, la vida en el sur es muy difícil. En los inviernos los días son cortos y fríos. La gente prefiere quedarse en el calor de sus hogares a salir a cualquier actividad que se realice, incluso en la iglesia. El clima mismo hace de los sureños, personas introvertidas, racionales, que tratan de controlar sus emociones, lo que no es bueno a la hora del sufrimiento y los problemas. No es fácil acompañar pastoralmente a las comunidades por estos lugares. Todo está en contra: la distancia, el clima y la idiosincrasia de la gente.
Pero esto mismo, también es un desafío, y hay mucho por hacer. En las comunidades surgen ideas para vencer esas contrariedades. Ser congregaciones subsidiadas ha provocado mucho daño, ¿por qué digo esto? porque muchos miembros sólo están esperando el dinero como si fueran mendigos esperando la moneda, y esto les ha quitado la dignidad, y junto a ella el amor por su congregación. Tomar conciencia de esto nos llama a trabajar el tema de la mayordomía. Se está reflexionando acerca de esta realidad, y de que la única manera de amar a la iglesia y sentirla propia, es cuando los miembros se sienten partícipes económica y activamente.
La realidad de una visita pastoral al mes nos llama a concientizarnos de que el modelo pastor-centrista no es posible en estos lugares, la comunidad debe tener vida en sí misma, y lograr celebrar y trabajar sin la presencia del/a pastor/a. Por eso, para realizar una tarea más efectiva, también estamos viendo en la necesidad de capacitación, para trabajar con motivadores en las comunidades. En la Congregación Río Negro y Neuquén están llevando adelante los talleres de ADN, mientras que en la Congregación Semillas del Sur se está dictando el Curso de Promotores Bíblicos del Educab, ISEDET.
La realidad no se puede evitar ni evadir, por eso debemos ser creativos, y aprovechar todos los recursos que nos propone la tecnología: el internet (con chateo incluido), los mensajes de texto, los programas de radio; todo sirve para unirnos, para mantenernos comunicados. En mis tiempos en Entre Ríos jamás hubiera pensado un acompañamiento pastoral por mail, chat o mensaje de texto, nunca me hubiera imaginado un abrazo cibernético, pero se puede y funciona. ¿Por qué? Porque no hay alternativas, porque ésa es la realidad que nos toca vivir, y porque nos damos cuenta de que la creatividad y el Espíritu Santo son un muy buen equipo.
La creatividad y la necesidad hacen milagros, y por eso es que en estas dos congregaciones subsidiadas, que no logran autosustentarse, que a veces nos las vemos negras para simplemente ponerle combustible al auto (cada viaje requiere al menos de un tanque lleno, sino más), se han atrevido a crear y llevar adelante dos obras diacónicas: el Hogar de Ancianos “Pohlmann-Trabandt” en Allen, y el Hogar de Estudiantes Universitarios “La Casa de Lidia” en Bahía Blanca, en esta misma ciudad también tenemos la Casa de Huéspedes, adonde cualquier persona recomendada por su comunidad puede alojarse.
Hay mucho por hacer, y mucho por acomodar. Pero lo importante es que hay ganas, creatividad y la confianza en que nuestro buen Dios nos sostendrá en todo momento.
Estela Andersen
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