“Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien.” 2 Timoteo 3,16-17
“Un día, cuando Martín Lutero era estudiante, estaba en la biblioteca de su universidad buscando algunos libros, cuando tropezó con un extraño volumen que le llamó mucho la atención. Era un ejemplar de la Biblia en latín. Grande fue su asombro, porque siempre había creído que los fragmentos de la Biblia que se leen en los cultos de la iglesia a la cual él pertenecía, eran la Palabra de Dios completa. Su interés por este libro fue tan grande, que dijo que deseaba por sobre todas las riquezas, una Biblia. Poco después entró en un monasterio de frailes agustinos y el vicario general le regaló una Biblia que estudió con gran cuidado. Este estudio le facilitó el camino para su propia iluminación espiritual y para el gran trabajo de reformación que él emprendió.” Todo lo que debe saber un cristiano en cuanto a la revelación de Dios está contenido en su Palabra, la Biblia. En ella podemos encontrar no solo una guía fiel y segura tras la cual encaminar nuestros pasos, sino, también, consuelo y fortaleza al momento de la duda y la debilidad. En cada una de sus citas hallamos el testimonio de la acción de Dios a favor de una humanidad corrompida por el pecado y azotada por la maldad y por la muerte. Un Dios de misericordia y amor, revelado y manifestado en su Hijo, Cristo Jesús, para beneficio de muchos y provecho de todos.
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