“…los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad,los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia.” Mateo 11,5
El anuncio de una buena noticia siempre trae consigo la alegría. ¡Y qué mejor noticia que esta! ¡Ha llegado el reino de Dios! ¡Se ha hecho presente en medio nuestro! Si, Dios interviene en la historia de los hombres y mujeres en y a través de Jesús. ¿Cuáles son sus señales? Que el mundo comienza a ser liberado de sus males y ataduras. Que va surgiendo una realidad nueva, más justa y más digna. Un reino que se manifiesta en palabras, sí, pero también en hechos. “La mano es la herramienta del alma, su mensaje, escribe Miguel Hernández, y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.” Un reino presente en el evangelio de Jesús, anunciado y realizado en medio de la vida de cada día, de todos los días, en gestos concretos y comprometidos. Reino que restituye lo dañado, reino que endereza lo torcido, que invita a que vivamos plenamente, en la sencillez, en el amor, en la justicia. Que crea y recrea, que hace presente el amor allí donde la muerte produce odio, solidaridad donde pareciera abrirse paso el egoísmo, verdad donde pareciera querer imperar la mentira. Con Jesús, el Cristo, el reino de Dios se hace presente ya y ahora. Y la iglesia toda es llamada y enviada a ser testigo del reino de Dios manifestado en Jesucristo. Llamados a ser profetas, a ir y decir lo que estamos viendo y oyendo. A manifestar aquello pleno que Dios va perfeccionando en medio nuestro.
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