A doscientos años de un acontecimiento fundacional es bueno detenerse un momento en el camino para reflexionar sobre el presente y el futuro de la patria.
Como iglesias protestantes llevamos casi quinientos años de ejercicio democrático, donde las autoridades son elegidas periódicamente y se hallan al servicio de la misión de la Iglesia de Jesucristo. Hemos sido acogidos en esta tierra de bendición con generosidad y damos gracias a Dios por permitirnos compartir los destinos de esta tierra argentina. Hemos contribuido, en la medida de nuestras posibilidades, en pro de la vida institucional de este país.
Cuando fue necesario defendimos los derechos humanos, cuidamos y asistimos a los refugiados,
compartimos la pobreza en los barrios marginales y junto a los pueblos originarios buscamos reparación histórica y la devolución de sus tierras. Donde se establecieron nuestras iglesias, hemos promovido la educación, la salud y la justicia, entendiendo que son responsabilidades del Estado. Por ello nos sentimos autorizados para señalar ante el bicentenario de la República que es preciso encontrar un camino donde todos sean valorados en su dignidad humana. Se construye a partir de la colaboración y no de la demolición. Se gobierna a través de leyes consensuadas y no de decretos de necesidad y urgencia. La paz es fruto de la justicia, la verdad, y el reconocimiento del otro tanto en virtudes como en defectos y no con la hipocresía, la mentira, la injusticia y el agravio permanente.
Fue el Congreso quien declaró la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
No fue un presidente ni un general. Fue el Congreso reunido en Tucumán, huésped de una notable mujer local, doña Francisca Bazán de Laguna. Fueron los veintiocho diputados de treinta y tres los que suscribieron con su puño y letra la declaración de Independencia del poder español. Curiosamente no fue acompañada por una Constitución o un Código Público que reglamentara la vida de las Provincias. El acuerdo llegaba al ‘ser libres’ no al ‘cómo vivir en libertad’. Parecieran decir: “Seamos primero libres y luego veamos cómo”.
También hubo ausentes notables que por ese carácter de ausentes fueron luego ignorados y combatidos por quienes se apropiaron del Congreso. La Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, y Santa Fe no estaban representados.
A doscientos años quizás sea el momento de retomar este valor original de que sea el Congreso el lugar donde se debaten las cuestiones esenciales y fundamentales de la vida institucional de la patria.
Quizás sea el momento de pensar un sistema menos presidencialista, donde no haya que esperar a que todo se derrumbe para cambiar de rumbo y de autoridades políticas. Un país gobernado por un Congreso que planifique, controle y supervise a quienes deben poner en práctica las políticas de gobierno.
La Iglesia Evangélica del Río de la Plata aspira a que todas las confesiones religiosas sean reconocidas por el Estado Argentino como tales y no como meras instituciones civiles, aspira a que se elimine definitivamente el Registro de Culto no Católico y se reconozca a todas las iglesias y expresiones religiosas su propia identidad jurídica.
La Iglesia Evangélica del Río de la Plata insta a participar de las celebraciones patrias y a dar gracias al Altísimo por el bicentenario de la Independencia de la República Argentina.
Carlos A. Duarte Voelker
Pastor Presidente
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