San Mateo 2,2
Queridos hermanos y hermanas:En este tiempo de Adviento deseo saludarlos en nombre de la Junta Directiva de la IERP y reflexionar junto a ustedes sobre el significado de estas celebraciones y el servicio que la Palabra de Dios le presta a nuestra iglesia al guiarnos en nuestro caminar durante el año venidero.
La pregunta de los sabios de oriente continúa siendo actual porque es una marca de la humanidad el buscar en los lugares equivocados.
La ciencia, la sabiduría de este mundo busca en el cosmos, en los átomos y moléculas más ínfimas, en la tecnología y sus logros deslumbrantes. A pesar de todos sus esfuerzos no consiguen ubicarlo, siempre, indefectiblemente, se abren nuevos horizontes y la búsqueda vuelve a comenzar.
Los sabios de oriente se dirigen al lugar equivocado, al centro del poder, el palacio de Herodes. Su ingenuidad le costará la vida a cientos de niños y niñas masacrados por sus tropas para que Herodes se asegure el trono a perpetuidad. Hoy son muchos los supuestos sabios que confían que golpeando la puerta de los nuevos centros de poder encontrarán la salvación a los males del mundo. Wall Street, Washington, Londres, Beijing, o cualquiera de los centros donde se reparte el mundo como si fuera una torta. Pensar que allí está la respuesta es tan ingenuo… si no fuera trágico por el costo que tiene en vidas, guerras y muerte.
¿Dónde está el que ha nacido? Está en su casa cuando celebren la Navidad llenos de alegría y paz. Está donde dos o tres se encuentran y abrazan. Cuando sin pensarlo da una mano a un desconocido que la necesita. Cuando visita al enfermo o moribundo, usted lo tiene ahí, sobre la cama y usted se limita a orar en silencio con todo el corazón para que Dios haga su voluntad. Es el milagro de la fe que no necesita más poder que la oración para que aquel que nació en un pesebre se halle presente en los dos. No es necesario el rodeo de los sabios de oriente para saber dónde está el que ha nacido, sino que él ha venido a
nosotros por medio del bautismo y renueva su presencia cada vez que celebramos la Santa Cena y se hace carne en la reconciliación, la amistad y la paz.
Les invito a orar durante estas fiestas navideñas por la paz en el mundo, por el fin del infame negocio del tráfico de armas y personas, por todas las personas que sufren persecución sin importar su religión, por los enfermos y los que han perdido la esperanza.
También demos gracias por nuestra iglesia, por cada día que el buen Dios nos regala y por lo poco o mucho que Él nos permite hacer para anunciar su reino venidero.
Que la paz de Dios descienda sobre cada casa iluminándola con la presencia del Hijo Jesucristo y renovándola a través del Espíritu Santo. Amén.
Afectuosamente en Cristo:
Carlos Duarte
Pastor Presidente
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