“No dejemos de asistir a nuestras reuniones, como hacen algunos, sino animémonos unos a otros; y tanto más cuanto que vemos que el día del Señor se acerca.” Hebreos 10,25
“Un feligrés en particular era la preocupación del pastor. En vano le hablaba con amor para ayudarlo a participar fielmente de los cultos. Pero todo parecía en vano. Un día, al visitarlo, lo halló sentado ante el fuego del hogar, calentándose. El pastor, después de saludarlo, se sentó junto a él; y tomando las tenazas se dedicó a tomar los carbones de la hoguera para ponerlos separados unos de otros. El miembro de la iglesia dejó que el pastor hiciera eso y no le dijo nada. El pastor preguntó: ¿Qué les sucederá ahora, separados cómo están? Se apagarán, contestó el miembro. Siguió un momento de silencio. Al fin el hombre habló: Soy uno de estos carbones, ¿verdad, pastor? Exactamente, respondió el pastor. Entonces aquel hermano dijo: Vamos a orar a Dios, pastor, para que no lo sea más desde este día. Y desde aquel día este miembro negligente se mostró más fiel a su comunidad, a su iglesia, y a su Señor.” Todo aquel que ha sido bautizado y recibido como miembro de una congregación es de vital importancia para la conformación, testimonio y compromiso de la iglesia de Jesucristo. Por eso se hace imprescindible sostener a nuestras comunidades no solo con nuestras ofrendas sino, también, con nuestra participación cultica activa. El culto es el centro de nuestras comunidades de fe y, a su vez, es el punto de encuentro que, como hermanos y hermanas, tenemos para profundizar la comunión y el diálogo fraterno. Dios nos bendiga en plenitud. Amén.
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