“justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”
A nuestra querida Iglesia, gracia y paz sea con ustedes. En el caminar que como cuerpo de Cristo hemos emprendido ya hace más de un siglo y medio; hoy nos encontramos en Felicia en el abrazo afectuoso, en la palabra generosa; hemos venido de cerca y de lejos, del norte y del sur, del este y del oeste, cada cual atravesado por las circunstancias personales y de las propias comunidades para nutrirnos del alimento que la Gracia de Dios reparte en su infinita generosidad, para enriquecernos y darnos nuevas posibilidades y oportunidades.
Convocados a compartir informes de nuestras actividades, a rendirnos cuenta de las responsabilidades y compromisos de las que nos hicimos cargo, de los logros, los aciertos, como también de las tareas pendientes; estos informes fueron recibidos con respeto y calidez humana, aun cuando hubo riguroso análisis y corrección fraterna.
Celebramos este Sínodo en el especial momento histórico, en que nos encaminamos a conmemorar los 500 años de la Reforma de Lutero, invitados a resignificar nuestra identidad, a reafirmar nuestras raíces.
Como herederos, legatarias de esa reforma nos sentimos bajo el reparo del amor y la misericordia de este Dios que nos habla, que viene a nuestro encuentro en Cristo y nos envía al mundo a dar testimonio comprometidas e involucrados con la causa de su reino, alimentados con el pan y el vino, impulsadas por el espíritu que nos viene del bautismo.
En ese marco reflexionamos sobre las raíces y la esencia de nuestra fe; y surgen preguntas: ¿Qué es lo que Dios quiere que produzca nuevos frutos hoy?; ¿Cómo respondemos al llamado a la conversión permanente?; frente a un sistema de múltiples formas, que sirviéndose peligrosamente de los medios masivos de comunicación, promueve dis- valores como el éxito rápido, el crecimiento ilimitado, ideales de belleza impuestos y el ser que se define por el tener, respondemos con la voz profética del Evangelio y su Gracia que la alternativa a este sistema es la superación colectiva de estos flagelos en marcos comunitarios que es el modo en que históricamente, como iglesia, hemos salido a al encuentro de personas que les toca vivir la des-gracia …
En hermandad hemos compartido la alegría de la celebración y la oración comunitaria, el canto y la fiesta como testimonio de nuestra esperanza profética, la certeza de que la voluntad de Dios es la alegría y la vida abundante para cada creatura.
Pedimos a Dios que esa misma alegría nos conduzca por el sendero del compromiso con los hombres y mujeres concretas, con un nombre, con un rostro único, que andan por caminos de polvo y piedra, que tropiezan una y otra vez con la desigualdad, la exclusión y la injusticia de un sistema que “crea palacios y ranchos”, modelos de transferencia de recursos, modelos extractivistas que lesionan las condiciones de vida de las poblaciones más humildes y vulnerables, y que conduce a la destrucción sistemática el medio ambiente solo en pos de la ambición de unos pocos.
En este sentido denunciamos el fraking que es la ruptura de las capas geológicas por presión de agua para extraer, gas; denunciamos la pretensión de la instalación de las megarepresas y las pasteras que usan agua limpia de nuestros ríos y no solo la devuelven contaminada sino destruyen comunidades humanas y la biodiversidad que crece su alrededor.
Denunciamos enfáticamente el crecimiento de la violencia institucional que tortura y mata, violencia que aparece legitimada por discurso que la justifican, proceso que abre las puertas a la justicia por mano propia.
Vemos con mucha preocupación el avance del narcotráfico que tiene como cómplices necesarios a ciertos entramados políticos, judiciales y policiales que obran resguardados tras la imperante impunidad que pone en riesgo la viva de quienes se animan a elevar su voz de protesta.
En otro orden, aunque sabiendo que es parte del mismo flagelo, nos preocupa el recrudecimiento de la violencia contra las mujeres y su cara más amarga: los femicidios que se justifican diciendo: te mato porque sos mujer, mato a tus hijos para castigarte.
Vemos como desafío para nuestra iglesia toda, afianzar nuestra participación e incidencia en instancias políticas porque confiamos que nuestro mensaje evangélico y el compromiso social que de él se desprende tiene una riqueza de abundante gracia para compartir con la sociedad de la que somos parte; así ser fieles al Evangelio y nuestra historia.
Fieles y enraizadas en el Evangelio y en nuestra tradición protestante somos llamadas, enviados a dar frutos de amor, solidaridad y de justicia en el aquí y el ahora de nuestra historia.
Cambia tus hojas pero nunca pierdas raíces. Cambia de opinión pero no pierdas tus principios.
Felicia, 9 de octubre de 2016
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