¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes?
¿Acaso no vienen de sus pasiones, las cuales luchan dentro de ustedes mismos?
Santiago 4.1 (RVC)
La compleja geopolítica contemporánea exhibe tácitamente los estrechos vínculos comerciales que existen entre agresores y agredidos. Estos generan ganancias, en parte reinvertidas en aprovisionar ejércitos para nuevas batallas.
Las bombas, que no discriminan entre los amantes de la guerra y quienes de ella huyen, producen una estela de muerte, bruma que envuelve a los unos y a los otros.
Fotografías del horror: yertos niños ahogados en las playas, hospitales bombardeados, caravanas de desterrados y barcos sobrecargados de fugitivos aterrados sacuden, por un instante, la cauterizada conciencia de la humanidad, saturada de información para nada inocente.
Todos los bandos en pugna reclaman para sí la inocencia, enarbolan sus derechos como justos, exacerban pasiones nacionalistas y aseguran estar respaldados por algún dios.
La pregunta de Santiago nos llama a la reflexión, pues Dios no convoca a guerra alguna. Son las pasiones humanas las que obedecen a sus codicias, madres de las contiendas.
Demagogos convencen a unos insuflándolos de divinos patriotismos; otros se encuentran presos del sistema bajo sentencia “legal”. Ambos son conducidos hacia la muerte propia o ajena, la cual finalmente asesina, pues el que mata, muere. Dijo el Predicador hablando en nombre de Dios:
El que peca contra mí, se daña a sí mismo; el que me aborrece, ama a la muerte.
Proverbios 8.36 (RVC)
Velando por la paz en Siria, vemos con estupor cómo los bandos en pugna reciben
el aliento religioso que exacerba posiciones. Hacemos un llamado a la Iglesia, a
líderes religiosos y a los pueblos de la tierra, a meditar en las palabras de nuestro
Señor Jesús:
La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da.
No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.
Juan 14.27 (RVC)
Creemos que es desarmando a la guerra como se consigue la paz. Ella debe nacer
en los corazones en pugna. Desbaratemos odios y avaricias, razones de la guerra,
anunciando a la humanidad la reconciliación con Dios.Convocamos a todos los amantes de la paz a elevar nuestra voz contra las acciones miserables y bélicas de los Estados. Denunciemos, incluso, el silencio cómplice e indiferente de aquellos que no participan en la contienda.
Socorramos a las víctimas sin preguntar a qué bando pertenecen, apoyemos las decisiones de los países que acudan en rescate de ellas.
No dudemos de manifestarnos contra la guerra, neguémonos a prestar todo tipo de colaboración ideológica o de hecho que la sustente.
No son días para el silencio ni el miedo, quitemos de nuestra alma toda turbación, como nos lo dijo el Señor Jesús; recibamos y propaguemos su paz, la cual no proviene del uso de las armas, tal como el mundo –Estados y Naciones– pretenden imponer.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción,
y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está
escrita: Sorbida es la muerte en victoria.
1ª Corintios 15.54 (RV1960)
Buenos Aires, Octubre /2015Guillermo Prein Néstor Míguez
Vicepresidente 1º Presidente
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