Por ser el año de la Ancianidad, nuestros encuentros de Adviento giraron en torno a ello.
Se presentó un árbol seco como un símbolo de nuestras vidas, que para cada encuentro se le agregaba algo de lo que se hablaba y así darle vida a ese símbolo.En el primer encuentro se habló de nuestros padres, abuelos, ancianos; sus costumbres, tradiciones, semejanzas, experiencias, sabiduría... Luego se trabajó colocando capullos o pimpollos representando el nacimiento. Después se le agregaron hojas más grandes simbolizando la vida de cada uno con un lema o una frase en la cual que cada uno se sentía identificado, con su entorno durante la vida.
Las ramas finas en la punta y más gruesas hacia el tronco simbolizaron la adultez, y el tronco la ancianidad, que se puede apreciar los años transcurridos en la rugosidad y aspereza del tronco, o sea las arrugas. Por último, las raíces representaban nuestros antepasados, que realmente son nuestras raíces.
El segundo encuentro se colocaron nombres significativos de la familia que nos dejaron tantas enseñanzas y consejos, nos prepararon para enfrentar el transcurrir de la vida y también los nombres de otras personas que identificaron en nosotros la templanza de nuestra esencia.
En el tercer encuentro experimentamos los olores y sabores: qué olores, aromas y sabores nos traen recuerdos cuando uno los siente: el olor de la Navidad, los jardines, alimentos, desayunos, frutas frescas, frutas secas...
Aromas que se esparcen, no los ves, pero están y producen un contagio de ser aroma agradable a Dios y sabor para la humanidad.
Colgamos formitas de cáscaras de naranja en el árbol y cada participante recibió una pequeña bolsita con frutas secas y abrillantadas para saborear.
En el cuarto encuentro hablamos sobre la fe, que es como un lazo que nos une a Dios por medio de Jesús, formando la familia cristiana.
Colocamos corazones en el árbol con los nombres de nuestros padres y hermanos. Como símbolo del hogar en que nacimos o nido del cual crecimos, volamos y algunos han construido su propio hogar o nido con hijos y nietos... y así continúa la gran familia cristiana.
Pusimos un nido en el árbol y armamos guirnaldas de corazones entrelazados representando los lazos de unión con nuestro Señor y por último, colgamos luces alrededor del árbol, que es la luz de Cristo, su contención y protección a la vida de cada uno.
En la noche del culto de Navidad le dimos vida al árbol con la Estrella del Nacimiento de Jesús, que significa nuestro centro, nuestro corazón, que nos da vida espiritual.
Y así fue como le dimos vida a este árbol, que quienes participaron se le quedaron mirando con nostalgia, porque en el transcurrir de los encuentros profundizábamos en las cosas simples pero tan significativas, de tantos años atrás que producen recuerdos, nostalgia, emoción... Pienso que cada uno lo consideró propio al árbol que hasta terminamos queriéndolo.
Blanca Rahn
miembro de la Comunidad de Coronel Suárez
Congregación Semillas del Sur
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