Finalmente llegó el día, y tan sólo se había logrado juntar a cuatro jóvenes, creemos que en parte tuvo que ver por la fecha, ya que varios jóvenes que querían ir estaban trabajando o rindiendo materias.
El lugar elegido era el bosque encantado, un camping a pocos metros del mar. Parecía ofrecer toda la tranquilidad necesaria para reflexionar y compartir aquellos días.
Se habían preparado muchas actividades, y el tema era la libertad. Una de ellas consistía en a partir de textos bíblicos que hablan de libertad, poder debatir sobre nuestra libertad como cristianos. Con este trabajo obtuvimos un buen resultado.
En otro de los momentos de reflexión trabajamos a partir de nuestras propias cargas y de cómo afectan a nuestra libertad, con la esperanza de dejar esas cargas atrás y vivir plenamente.
Pero el campamento no era sólo reflexión, también tuvimos tiempo libre para castillos de arena, fogones, paseos en el bosque y disfrutar del sol y el océano.
Para concluir con las actividades programadas tuvimos que usar nuestra creatividad haciendo artesanías con caracoles del mar.
A pesar de los inconvenientes (un aguaviva se enamoró de la rodilla de Estela y se quiso ir con ella, dejándola con fiebre; la mitad de los participantes se fue antes a su casa, lo que hizo que el campamento finalice el 28; y como si fuera poco nuestros devocionales fueron confundidos por la gente del lugar con rituales para invocar espíritus), estamos convencidos de que este encuentro fue muy productivo: pudimos debatir sobre nuestra libertad como jóvenes en un espacio diferente al que nos ofrece la sociedad todos los días, fue una experiencia que nos anima por todo el trabajo que nos queda por hacer para lograr que los jóvenes en el 2009 puedan y quieran compartir este espacio dentro de la Iglesia.
Sentimos cierta incomprensión interna al darnos cuenta que nuestros jóvenes buscan en los campamentos tan sólo un espacio para conocer gente nueva, divertirse y “joder”, mientras que esto no es lo que estamos dispuestos a ofrecer, sino un espacio donde también nos podamos encontrar con nosotros mismos. Por otro lado hubo una incomprensión externa cuando nos encontramos con que la gente del lugar observaba como algo “raro” nuestras actividades, tomando como normal la diversión de otros acampantes basada en tomar alcohol y escuchar música a todo lo que da. Esto nos dio una pauta del estado de nuestra sociedad que lleva a la mayoría a ser esclavos del consumo.
Soñamos y nos comprometemos porque el año que viene podamos trabajar juntos para cambiar esta realidad que nos toca vivir como jóvenes actualmente.
Paula Fogel y Rebeca Batista Andersen
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