El jueves 7 amaneció muy, pero muy ventoso. Ya en el desayuno ocurrió un episodio que fue por demás simbólico: la tapa de la olla del mate cocido voló y le pegó en la cabeza a Walter y después a Estela, sin llegar a un hecho de sangre, pero sí de una sorpresa y un dolorcito considerable.
El devocional fue complicado ¡todo se volaba: cancioneros, ropas y pelos! Acá se ve claramente en la cara perdida en la cabellera de Sabine.Antes de empezar a trabajar, los chicos buscaron la forma de fijar más sus carpas
porque se volaban
y desarmaban
Walter también tuvo que acomodar nuestra carpa porque tendía a romperse las varas que la sostiene.
Acá hay un panorama general del campamento, no se ve la tierra que volaba, pero la verdad es que estaba imposible. Los trabajos en grupo hubo que hacerlos dentro de las carpas y el plenario lo hicimos en un lugar algo más resguardado que el que nos tocó en el camping.
Lo curioso es que después de un almuerzo de ensalada de papas y hamburguesas condimentados con arena, como a eso de las 15 hs., cuando estábamos deliberando adónde ir a pasar la tarde, el viento paró mágicamente, como si alguien hubiera apagado el ventilador.
Finalmente no fue tan grave, sólo unas horas de viento y arena, pero no se rompieron las carpas y pudimos tener una hermosa tarde junto al mar y una cena tranquila. Dios siempre nos cuida y bendice.
Estela Andersen
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