miércoles, 25 de agosto de 2021

Aquello que Dios quiere

“Hijos, obedezcan a sus padres como agrada al Señor, porque esto es justo. El primer mandamiento que contiene una promesa es éste: Honra a tu padre y a tu madre, para que seas feliz y vivas una larga vida en la tierra. Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino más bien edúquenlos con la disciplina y la instrucción que quiere el Señor.” Efesios 6,1-4

“En cierta familia era costumbre hacer el culto familiar alrededor de la mesa del desayuno. Una mañana, con el Nuevo Testamento abierto, el padre buscó el capítulo seis de Efesios. Esa mañana en especial, todo parecía propicio para reforzar su autoridad paterna, pues leyó el conocido versículo: Hijos, obedezcan a sus padres como agrada al Señor, porque esto es justo. El hijo, de dieciséis años, estaba al otro lado de la mesa; y el padre, considerando la oportunidad demasiado buena para perderla, dijo: Hijo, este es un buen texto; escúchalo otra vez: Hijos, obedezcan a sus padres como agrada al Señor, porque esto es justo. Y prosiguió la lectura cayendo ingenuamente en el versículo siguiente: Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos. Entonces el muchacho de dieciséis años, sin pestañear ni sonreírse, dijo: Papá, ese es un buen texto; léelo otra vez por favor.” Deberíamos tener presente que la Palabra de Dios nos habla en primer lugar a cada uno y cada una de nosotras y nosotros. Estamos tentados a suponer y creer que lo que la Biblia expresa ha sido escrito para otros en lugar de pensar que lo que allí dice ha sido escrito para mí. Sería bueno, entonces, nunca perder la perspectiva de aquello que Dios quiere decirme. 

viernes, 20 de agosto de 2021

Vivir sostenidos por la fe

“Ahora no podemos verlo, sino que vivimos sostenidos por la fe…” 

2 Corintios 5,7

“Se cuenta que cierto día en una sala pública de una aldea, un escéptico estaba arengando a los presentes acerca de los absurdos de la fe cristiana. Citando algunos pasajes bíblicos tales como: “Yo y mi padre somos uno”, “yo en ellos y tú en mí”, y, “hay tres personas en un Dios”; buscaba crear polémica con sus oyentes. No encontrando en sus oyentes nadie dispuesto a seguirle la corriente y aplaudir su arenga, se volvió hacia un caballero y, con un improperio, le dijo: ¿Cree usted semejante cosas? A lo cual el caballero respondió: Dígame usted cómo arde esa vela. ¡Vaya!, contesto, pues la estearina, el algodón y el aire atmosférico producen la luz. Entonces, continúo el buen hombre, todos ellos constituyen una luz, ¿no es así? Sí, respondió el otro. ¿Me dirá usted cómo están los unos en los otros, y sin embargo no son sino una luz? El incrédulo se quedó en silencio por un momento, y después rápidamente dijo: No, no puedo. Pero, ¿lo cree usted? El interpelado no pudo decir que no. Los oyentes, entonces, se rieron en el acto de su tontería, luego de lo cual cambió la conversación.” Muchas veces, en cuestiones de fe, hay mucho escepticismo con respecto a sus doctrinas. La unidad del Padre con el Hijo, o, la presencia de Jesús el Cristo en medio nuestro, o, el dogma Trinitario, quizás sean preceptos bíblicos difíciles de entender de buenas a primeras. Sin embargo, cuando nos abrimos a la realidad que nos rodea y dejamos que el Espíritu Santo actúe nos vemos entonces sostenidos por la fe. 

sábado, 14 de agosto de 2021

El beneficio de la Palabra

“Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien.” 2 Timoteo 3,16-17

“Un día, cuando Martín Lutero era estudiante, estaba en la biblioteca de su universidad buscando algunos libros, cuando tropezó con un extraño volumen que le llamó mucho la atención. Era un ejemplar de la Biblia en latín. Grande fue su asombro, porque siempre había creído que los fragmentos de la Biblia que se leen en los cultos de la iglesia a la cual él pertenecía, eran la Palabra de Dios completa. Su interés por este libro fue tan grande, que dijo que deseaba por sobre todas las riquezas, una Biblia. Poco después entró en un monasterio de frailes agustinos y el vicario general le regaló una Biblia que estudió con gran cuidado. Este estudio le facilitó el camino para su propia iluminación espiritual y para el gran trabajo de reformación que él emprendió.” Todo lo que debe saber un cristiano en cuanto a la revelación de Dios está contenido en su Palabra, la Biblia. En ella podemos encontrar no solo una guía fiel y segura tras la cual encaminar nuestros pasos, sino, también, consuelo y fortaleza al momento de la duda y la debilidad. En cada una de sus citas hallamos el testimonio de la acción de Dios a favor de una humanidad corrompida por el pecado y azotada por la maldad y por la muerte. Un Dios de misericordia y amor, revelado y manifestado en su Hijo, Cristo Jesús, para beneficio de muchos y provecho de todos. 

sábado, 7 de agosto de 2021

El amor de Dios todo lo perdona

“Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo. Pero el padre ordenó a sus criados: Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.” Lucas 15,20-24

Se cuenta que cierto día “un caballero se encontró en una calle de una gran ciudad a un muchachito que veía a todos lados como en busca de alguien, y al parecer muy asustado. Acercándose el caballero a él le preguntó qué le ocurría; el niño le dijo que andaba en busca de su padre que se le había perdido. ¿Es tu papá un señor de tales y tales señas? Sí, señor, respondió el niño. Entonces no tengas cuidado, acabo de encontrarlo en la calle próxima y también él te anda buscando; no tardarás en encontrarlo; tú lo buscas y él te busca y tendrán que hallarse.” Al igual que el padre de la parábola, nuestro buen Dios siempre está atento a nuestro regreso; más aún, sale en nuestra búsqueda sin importar el tiempo que la misma lleve. Hasta el último instante sabemos que podemos volver la mirada, pegar la vuelta, y arrojarnos en sus brazos. El amor de Dios todo lo perdona.