miércoles, 7 de noviembre de 2012

Textos sobre los Reformadores

En el taller sobre "Biblia y Poder" del martes 30 de Octubre en la Iglesia Valdense, Villarino 30, el pastor Darío Michelín Salomón, compartió con los grupos estos tres textos, muy interesantes para ver qué opinaban los "poderosos" de ellos en aquellos tiempos:

En el III Concilio de Letrán (Roma) realizado en 1179 bajo el Papa Alejandro III se presentaron dos valdenses (presumiblemente uno era Valdo) presentándole al Papa una traducción de la Biblia en lenguaje común del sur de Francia. Sobre todo, pedían autorización para predicar aunque no fueran sacerdotes sino como laicos. El encargado de entrevistarlos es un prelado inglés Walter Map, quien, luego del Concilio hace un relato de este encuentro.
“… me fueron presentados dos Valdenses, considerados los principales de la secta. Habían venido para disputar sobre la fe, no por amor de la búsqueda de la verdad… En primer lugar, pues presenté a ellos preguntas facilísimas sobre cosas que a ninguno le es lícito ignorar, aunque consciente de que el asno, habituado como está a comer los cardos, desprecia la lechuga… (luego le hace algunas preguntas doctrinales con una pequeña trampa).
Ante estas palabras surgió un expreso clamor de repulsa: ellos fueron objetos de mofa de parte de todos y se retiraron confundidos, y con toda razón, ya que no eran guiados por nadie y pretendían ser guías de otros, a semejanza de Fetonte que no conocía ni siquiera los nombres de sus caballos.
Ellos no tienen paradero fija, sino que van de dos en dos a pie, descalzos, con un vestido de lana; no poseen nada; tienen todas las cosas en común según el ejemplo de los apóstoles, siguiendo desnudos al Cristo desnudo. Por ahora de inician de modo humilde, porque no pueden hacer pie, pero si los admitimos seremos dominados por ellos. Quien no lo crea que escuche bien lo que he predicho sobre este asunto…”
(en TOURN, Giorgio Los Valdenses Tomo I, Iglesia Valdense, Colonia Valdense, 1983, pp. 25-26).

 Pedro Valdo

El 31 de octubre de 1517 Martín Lutero dio a conocer las “95 tesis” en las cuales criticaba y refutaba la doctrina de las indulgencias. Con ello dio origen a un movimiento que sacudió la Iglesia de su tiempo y llegó hasta el Imperio. Es así que en 1521, el Emperador Carlos V citó a Lutero para que atestiguara acerca de la autenticidad de sus libros y de la veracidad de sus afirmaciones.  Del artículo “Lutero en la Dieta de Worms” (en Obras de Martín Lutero, Volumen I, Paidós, Buenos Aires, 1967) extraemos los siguientes párrafos:
Como, pues, Vuestra Serenísima Majestad y Vuestras Señorías pedís una respuesta simple, la daré de un modo que no sea ni cornuda ni dentada. Si no me convencen mediante testimonios de las Escrituras o por un razonamiento evidente (puesto que no creo al Papa ni a los concilios solos, porque consta que ha errado frecuentemente y contradicho a si mismos), quedo sujeto a los pasajes de las Escrituras aducidos por mí y mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios. No puedo ni quiero retractarme de nada, puesto que no es prudente ni recto obrar contra la conciencia. Qué Dios me ayude” (pp.271-172).
Al finalizar su alegato, expresa:
Ante todo, muy humildemente doy las gracias a la Serenísima Majestad Imperial, a los príncipes electores, a los príncipes y demás estados del Imperio por la audiencia tan benigna y clemente… En todo este asunto he deseado sólo una reforma conforme a las Sagradas Escrituras y en ella he insistido con toda urgencia. En lo demás toleraré todo por parte de la Majestad Imperial y del Imperio: vida y muerte, fama e infamia. No me reservo absolutamente nada para mí sino solo el derecho de confesar y testimoniar libremente la Palabra del Señor. Con toda humildad me encomiendo y me someto a la Majestad Imperial y a todo el Imperio” (p.279).

Martín Lutero

Calvino había estudiado derecho y adhiere a las ideas de la reforma alrededor de 1534 y radicándose en Ginebra en 1536. Escribe varias obras entre ellas, la más importante “Institución de la Religión Cristiana”; la primera versión es de 1539 ampliándola sucesivamente hasta la 4ª y definitiva de 1559. En esta obra, el último capítulo está dedicado a “La potestad civil” (Libro Cuarto, Capítulo XX).
“Porque este reino espiritual comienza ya aquí en la tierra en nosotros un cierto gusto del reino celestial, y en esta vida mortal y transitoria nos da un cierto gusto de la bienaventuranza inmortal e incorruptible; pero el fin del gobierno temporal es mantener y conservar el culto divino externo, la doctrina y religión en su pureza, el estado de la Iglesia en su integridad, hacernos vivir con toda justicia, según lo exige la convivencia de los hombres durante todo el tiempo que hemos de vivir entre ellos, instruirnos en una justicia social, ponernos de acuerdo los unos con los otros, mantener y conservar la paz y tranquilidad comunes. Todas estas cosas admito que son superfluas, si el reino de Dios, cual es actualmente entre nosotros, destruye esta vida presente. Mas si la voluntad de Dios consiste en que caminemos sobre la tierra mientras suspiramos por nuestra  verdadera patria; y si, además, tales ayudas nos son necesarias para nuestro camino, aquellos que quieren privar a los hombres de ellas, les quieren impedir que sean hombres… Porque siendo tan grande la insolencia de los malvados, y su perversidad tan contumaz y rebelde, que a duras penas se puede mantener a raya con el rigor de las leyes, ¿qué podríamos esperar de ellos si se les dejase en libertad tan desenfrenada para hacer el mal, cuando casi no se les puede contener por la fuerza?
(CALVINO, Juan, Institución de la religión cristiana, Tomo 2, Fundación Editorial de Literatura Reformada, Países Bajos, 1968, p. 1169

Juan Calvino

Espero que estos escritos nos llamen a reflexión a la hora de menospreciar a otras personas, que tal vez no estén tan confundidas ni equivocadas.

Estela Andersen

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