viernes, 12 de junio de 2020

Palabra dada, palabra sagrada

“…Juro por el Señor, que me ha librado de toda angustia…”
1 Reyes 1,29


Se cuenta que cierto día, “dos ranas, una optimista y otra pesimista, cayeron al mismo tiempo en dos vasijas que contenían leche. La rana pesimista exclamó: No puedo salir de este cacharro, porque las paredes son muy lisas. No puedo respirar en la leche, voy a asfixiarme, estoy perdida. Y, en efecto, ocurrió que se asfixio y murió. La rana optimista no sabía tampoco qué hacer; pero como era optimista trato de hacer algo y se agito en todos sentidos. Como se estaba moviendo continuamente, batió la leche con tanto vigor que ésta se transformó en manteca. La rana entonces se sentó sobre la manteca y pudo respirar libremente. Esta breve fábula nos prueba que quien posee un carácter optimista hace siempre algo para poder salir de una situación difícil; sigue luchando y confiando en Dios y Él es tan poderoso que es capaz de hacernos ‘más que vencedores’.” El rey David tuvo muchas pruebas y dificultades a lo largo de su vida. Y, ahora, próxima la hora de su muerte da testimonio a favor de ese Dios que lo había conducido hasta allí librando y sosteniéndolo en cada momento de angustia. El testimonio es tan fuerte, que juramenta ante Salomón cumplir ante ese Dios con aquello con lo cual se había comprometido. Muchas veces en nuestras vidas, nos cuesta cumplir con la palabra empeñada. Ante la menor dificultad, rogamos para que el Señor nos asista, prometiendo y comprometiéndonos con esto o aquello. Promesa que es olvidada cuando el mal trance pasa. Ojala podamos mantener nuestras muchas promesas hasta el final tal como lo hizo David.  

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