jueves, 4 de junio de 2020

Convence, reprende y anima

“Delante de Dios y de Cristo Jesús, que vendrá glorioso como Rey a juzgar a los vivos y a los muertos, te encargo mucho que prediques el mensaje, y que insistas cuando sea oportuno y aun cuando no lo sea. Convence, reprende y anima, enseñando con toda paciencia.”
2 Timoteo 4,1-2


“Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro. Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: Hoy, mi mejor amigo me salvo la vida. Intrigado, el amigo preguntó: ¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? Sonriendo, el otro amigo respondió: Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra donde ningún viento en todo el mundo podrá borrarlo.” El mensaje que se ha de predicar es este que ha de quedar grabado profundamente en la piedra. Este mensaje, es aquel que ha de ser predicado con el ejemplo más que con palabras; pues, muchas veces ocurre que las palabras son como granos de arena dispersadas por el viento. Después de todo, serán nuestras acciones las que han de ser juzgadas llegado el tiempo. 

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